Un “¡viva!” por las mujeres alemanas
A pesar de que la climatología y los mercados vitivinícolas están “al rojo vivo”, y sin duda lo comentaremos más adelante, no he podido resistir la tentación de escribir un artículo sobre una noticia que leí hace unos días sobre las mujeres alemanas y el vino.
El titular de la noticia rezaba: “Las mujeres alemanas superan a los hombres en los niveles de consumo de vino”, y se refería a un estudio realizado por la universidad teutona de Geisenheim, en el que se concluía que las mujeres alemanas bebían más vino, que los hombres, y que estos se decantaban más por la cerveza.
Los datos que daban eran contundentes: El consumo de las mujeres representa el 56 % del consumo total de vino y el 55 % de su valor. Mientras que los hombres pagan un poco más por el vino (un promedio de 5.14 € por litro de vino frente a 4.88 € por las mujeres), las mujeres pagan más, en general, con un promedio de 185.00 € por año, en comparación con los 175 € de los hombres. Un gasto, en ambos casos, que España, por ejemplo, está muy lejos de conseguir.
Además la investigación señala cómo las mujeres superan a los hombres en volumen neto, y que también ha cambiado considerablemente el tipo de vino que prefieren.
Los hombres prefieren el vino tinto, y la opción de beber rosado es menos probable. Por otro lado, la clase social también tiene un impacto, pues las clases sociales más altas de Alemania consumen significativamente más vino. También influye el nivel de ingresos a la hora de dónde comprar el vino: las personas con un nivel de ingresos menor compra vino en los supermercados y los que tienen mayores ingresos, en tiendas especializados. Así, se refleja que cuanto más se compra vino, más se tiende a comprar en comercios especializados.
Por otro lado, mientras que los consumidores de más edad, que gastan más, prefieren los vinos alemanes, los consumidores más jóvenes, de hasta 29 años, experimentan más y disfrutan tanto de vinos alemanes como importados.
Creo, por desgracia, que en España estos datos no serían iguales. Además de tener un consumo más bajo, no se hacen – y se deberían hacer- distinciones entre hombres y mujeres. Estoy seguro de que también nos podríamos sorprender con algunos resultados. Lo que sí está claro es que estos datos serían, por lo menos, curiosos, y servirían enormemente a la hora de lanzar campañas publicitarias y ver a quién se deben dirigir.
Mientras lo conseguimos y con sana envidia, lo he de reconocer, doy un “¡viva!” por la mujer alemana y aliento y deseo que la española siga sus pasos. En ello está, seguro.
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