Un libro de Díaz Yubero desgrana gastronomía y vinos de Madrid
“Gastronomía de Madrid: Cocina, historia y tradición” es el último libro de Ismael Díaz-Yubero, publicado por Yeguada Marqués, en el que el autor hace un recorrido histórico por el crisol de culturas que es Madrid.
Una ciudad con 25.000 habitantes en el siglo XVI y con apenas 60.000 habitantes un siglo después, que fue creciendo con la llegada de gentes de toda la geografía española y algunos, pocos, de fuera y conformando una cultura gastronómica propia y un impulso más que interesante al mundo del vino.
Aunque la Denominación de Origen Vinos de Madrid inicia su andadura en 1990, la historia de los vinos en la capital de España y su provincia comienza mucho antes, según explica Díaz-Yubero. Aunque en 1189 se publica un escrito en Madrid titulado “Domos et vineas”, sobre el cultivo de la vid, no es hasta un siglo después, concretamente en 1264, cuando aparece una escritura de compraventa de un viñedo en el término de Chamartín.
El autor se hace eco de una crónica social según la cual el pueblo de Madrid recibió a su soberano Felipe II, tras su boda con Ana de Austria en Segovia, con la puesta en marcha de una fuente pública que manaba vino. Este acontecimiento que tanto agradó al monarca no fue óbice para que, como gran político con visión de futuro, estableciera un impuesto al vino con el que se obtuvieron fondos para financiar la construcción de la Plaza Mayor.
Recuerda Ismael que antes de la guerra “incivil” de 1936 era frecuente en Madrid encontrar explotaciones vitivinícolas en zonas hoy tan urbanas como Hortaleza, Fuencarral, la calle Segovia o incluso Nuevos Ministerios. Claro que el crecimiento de Madrid, como señala el escritor, fue tan rápido que hubo que acudir pronto a los aledaños para traer vino al núcleo urbano. Es el momento en que empiezan a llegar vinos de Vallecas, Canillas, Carabanchel y Barajas, pero también de Getafe, Parla, Colmenar Viejo, Manzanares el Real, Alcobendas, Pinto, Valdemoro, Aranjuez, Chinchón, Móstoles, Navalcarnero, El Álamo, San Martín de Valdeiglesias, Cadalso de los Vidrios, Villa del Prado, Villamanta, Arganda y un largo etcétera, un abastecimiento que se completó con la llegada de vinos procedentes de La Mancha, ya que históricamente la Villa y Corte, especialmente sus tabernas, se proveían de vinos de Valdepeñas que llegaban a la capital por la vía que la une con Andalucía.
A finales del siglo XIX, el autor recuerda que un informe de la Real Sociedad Económica Matritense indica que el vino más importante era el de Chinchón, seguido de los de Getafe, Colmenar Viejo, Alcalá de Henares, Navalcarnero y San Martín de Valdeiglesias. El censo agrario de 1936 asegura que había en Madrid 36.000 hectáreas de viñedo, que han quedado reducidas en la actualidad a poco más de 8.000 hectáreas.
El prestigio actual de los vinos de Madrid está sirviendo, según el libro, para dignificar la oferta de los mejores restaurantes de la capital y para expender por copas en aquellos establecimientos que dan al vino un trato singular. A lo largo de las 278 páginas del libro queda clara esa simbiosis entre vino y gastronomía que sirve para ensalzar una de las ciudades donde mejor se come del mundo y donde la oferta es más variada.
José Luis Murcia
Periodista. Miembro de AEPEV-FIJEV.
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Periodista. Miembro de AEPEV y FIJEV
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