Un hombre de empresa

En el mundo del vino tenemos ejemplos de cómo profesionales del sector casi abandonan su identidad y se asocian por su nombre y por la bodega para la que trabajan, lo que refleja fielmente qué es un trabajador de empresa, logrando una perfecta simbiosis que antes solía durar prácticamente toda la vida laboral.

Este es, sin duda, el escenario ideal, de la misma forma que los japoneses tienen muy marcada la pertenencia a la firma de la que forman parte como una forma de vida.

Un hombre de empresa es el que casi siempre sabe actuar como lo haría su propia compañía, sin ser demasiado artificial y es alguien al que puedes dejar al frente, con garantías, de una expedición de clientes, proveedores, políticos, trabajadores o periodistas, si es que, además, te encargas de las Relaciones Públicas de la empresa.

De los aspectos que buscan las empresas, que invierten cantidades importantes para hacer procesos de selección, a pesar de que en ocasiones el candidato elegido no aguanta ni una semana en el puesto, la pasión por el área o el sector de trabajo tendría que ser uno de los puntos más determinantes a la hora de elegir a un determinado candidato, porque el resto de procesos, rutinas y automatismo pueden adquirirse. La actitud es otra cosa. Es una forma de encarar la vida y de resolver problemas; mientras que la “profesionalidad” es algo de lo que vamos teniendo conciencia gracias a nuestra experiencia.

En este punto, los Relaciones Públicas de las bodegas, sobre todo, son la punta de lanza para la imagen de una empresa desde el momento en el que descuelgan un teléfono, atienden a una visita o tratan a cualquiera de las fuerzas vivas que se relacionan con nosotros.

Da igual que sea tarde, que no esté bien anímicamente o que incluso tenga algún problema personal. Nada de eso importa. Sólo que se lleven una buena impresión de nosotros y que nuestra intervención sirva para nuestros intereses, ya sea la obtención de unas mejores condiciones económicas por parte de un banco, una venta, unas mejores condiciones con un proveedor o una mejor presencia en los medios de comunicación.

Particularmente, he trabajado en una Administración Pública, en grandes y pequeñas empresas e incluso he estado un tiempo con mi propia empresa y muchos se identificarán conmigo si les digo que siempre he dado lo mejor de mi trabajando por cuenta ajena, siempre que mires por tu puesto de trabajo como lo harías en tu propia casa. Y sirva eso para mantener ordenado nuestro puesto de trabajo y tener siempre en orden todos los elementos que utilicemos, ya sea el coche, el móvil, etc.

Pero no me malinterpreten, porque no se rinde más por el hecho de estar más tiempo frente a un ordenador o en la oficina, dado que hay muchos tiempos muertos y el que más o el que menos visita las redes sociales e internet. Y las horas de trabajo han de ser de calidad. Como también un hombre de empresa es el que en un grupo impregna todo de buen rollo y hace que en un determinado equipo todos den lo mejor de si.

Y tampoco olvidemos que un “hombre de empresa” no es un bacín, un correveidile o el “informador” de la Gerencia para echar por tierra el trabajo de los demás, arrogarse el que no es suyo o simplemente el que se aprovecha de las circunstancias para trepar, porque, ante todo, un buen trabajador ha de ser una gran persona y debe saber ponerse siempre en la piel del otro.

Desde luego, si encuentran a alguien con el 90 por ciento de muchas de las cualidades que he enumerado al tresbolillo, no lo dejen escapar nunca y más con los tiempos que corren y con lo que cuesta hacer una buena selección, la formación y el dinero que se invierte en primar a los buenos trabajadores, a esos que no te dejan tirado.