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Rarezas (VIII). Mi experiencia Kosher (e)

El 14 enero, 2015

¿Y si juntamos los culos?

Una operación tan fácil y usual en una bodega como es el prensado se puede tornar complicado cuando se habla de vino Kosher.

En la bodega kiwi (neozelandesa) donde trabajé, las prensas estaban comunicadas. De esa manera se podían cargar varios camiones al mismo tiempo, siempre que fuesen del mismo tipo de vino. De la misma manera, una maraña de bombas y mangueras creaban una red que conectaba cualquier prensa con cualquier depósito. En los momentos álgidos de la vendimia había que estar con la mente fresca para no mezclar mostos diferentes, ni cometer equivocaciones. Pero todo aquello no servía para el vino Kosher. Todo debía de estar absolutamente aislado.

Tal como detallé la semana pasada, Eric lo había preparado todo. Lo había desinfectado todo tal y como le habíamos dicho que tenía que hacer. Incluso dos días antes se metió dentro de la vendimiadora automática para desinfectarla. Pero faltaba una cosa. Para que el mosto no tuviese oportunidad de ser mezclado con el de cualquier otro vino, debíamos conectar manualmente una manguera extra e independiente. Una manguera que conectase la tolva con la puerta superior de la prensa. No valía cualquier manguera. Para este tipo de tareas se usan mangueras grandes (normalmente de 6 pulgadas de diámetro). Cuando la uva que proviene de la tolva pasa por la despalilladora, se separan los racimos y hojas, y en ciertas ocasiones incluso se estruja. Esta mezcla de hollejos y mosto es la denominada pasta. La manguera que se va a usar debe ser grande para que pueda correr las pasta por ella fácilmente. Pero una manguera de 6 pulgadas no es fácil de manejar. Son muy duras, poco flexibles y además pesan mucho. Por si fuese poco, había que conectarla desde la base de la tolva a la puerta superior de la prensa.

En condiciones normales, no hay problema en que una persona deje su tarea para que haga otra cosa. Pero en época de vendimia es difícil. Si una persona no está lavando un depósito, o haciendo un desfangado, o inoculando levaduras, significa que ese trabajo está por hacer. Y no se pueden retrasar las cosas. Los procesos químicos que entran en acción en el proceso de fermentación son rápidos. Si no limpias, la suciedad se incrusta más. Si no inoculas, cualquier levadura no deseada puede entrar en tu vino. Y si no desfangas, el vino puede adquirir aromas de reducción fácilmente. No hay tiempo para el despiste. No hay tiempo para sacar una persona de su menester. Si no hay posibilidad para sacar una persona de su tarea, imaginaos tener que sacar a cinco.

Y hubo que sacar a cinco personas. La mayor dificultad fue explicar la situación, hacer entender a cada persona esa noche que tenían que echar una mano y colaborar con el trabajo. Finalmente la gente se mostró dispuesta a colaborar y arrimar el hombro, para poder así subir y conectar esa manguera.

Tengo que confesar que ese día llevaba en mi bolsillo un paquete de gominolas. Cuando hacía la ronda de supervisión, les ofrecía una gominola a cada uno. Los ojos les brillaban al instante. Da igual tener cinco años que treinta. Los dulces nos siguen alegrando la vida. Tuvimos rock and roll sonando toda la noche en la bodega. Finalmente llegamos al objetivo. Las faenas no se ralentizaron demasiado. Todo un éxito. El mecanismo de engranajes que conformábamos funcionó a pedir de boca. Al finalizar la noche, y ya con los primeros rayos de sol, choqué los cinco uno a uno a cada trabajador. Se lo merecían.

Tiempo después Eric me lo agradeció y me confesó que fue la vendimia menos estresante de todas. Ahora estaba mejorando su vida, ya poco quedaba de aquel chico desorientado que no sabía qué hacer en su vida. Ahora hacía vino con sus propias manos.

Su vida cambió a mejor.