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Rarezas (IV). Mi Kosher experiencia (a)

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¿Y si juntamos los culos?
¿Y si juntamos los culos?

Mi primera experiencia con el kosher fue desastrosa, aunque curiosa. Aquel año estaba en Nueva Zelanda elaborando, cuando vi que dos personajes muy singulares entraban en la bodega. Vestían al estilo judío ortodoxo: con una faja deshilachada en la cintura, una camisa blanca, tirantes, un gran sombrero negro y unos graciosos tirabuzones colgando por delante de sus orejas.

No es nada nuevo, ni nada que no se haga en España. Pero sí que es un producto del cual no estamos ni acostumbrados a elaborar, ni a ver en las tiendas.

“Kosher” es la certificación que reciben los productos alimenticios que son aptos para el consumo de practicantes judíos. Existen diferentes niveles de Kosher. Lógicamente, Israel es el país más extendido en este tipo de alimentos. Además es el lugar donde el mercado es el más amplio, y también el más saturado.

Como comentaba, aquellos curiosos personajes entraron en la bodega y escrutinaron todos los rincones de la misma. Se suponía que al día siguiente iban a tener que hacer ellos mismos todo el proceso de entrada de uva en bodega. Yo me preguntaba si ellos dos solos podrían hacer una faena que suelen realizar al menos dos bodegueros veteranos.

No hay una única manera de hacer Kosher. En este caso, intentaron aunar las exigencias judías junto con la experiencia del enólogo, adaptándose, además, a las características de la bodega. Pero, en todo caso, la uva o sus máquinas debían estar manipuladas por una persona de confianza del rabino, o por él mismo. Si a un operador experimentado a veces se le complican las cosas, parecía que la tragedia en este caso se avecinaba. Y no me equivoqué.

Horas más tarde recuerdo ver el sombrero por el suelo, salpicado de uva. La camisa arremangada hasta los codos y mojada de mosto. Las manos de ambos estaban pegajosas del mosto. La chaqueta vaquera del ayudante también estaba llena de uvas blancas. Hasta en los tirabuzones se había enredado alguna pepita. Pero sobre todo me acuerdo de sus facciones. Los dos tenían cara de circunstancia, de que las tareas les habían abrumado, de que el enfrentamiento entre ellos dos contra el vino les acababa de marcar un gol. Y aunque acababan de encajar un golpe, aquel día el vino les iba a cambiar sus trayectorias.  Eric, el chico judío que ayudaba al rabino, iba a comenzar una nueva vida.

Una vida mucho mejor.

 

 

Arturo Blasco  
Arturo Blasco
Enólogo

 

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