¿Qué falla en Castilla-La Mancha a la hora de comercializar el vino?
Más que la pregunta del millón, como se dice popularmente, Castilla-La Mancha debería plantearse la respuesta del millón. A esta Comunidad Autónoma, productora de algo más de la mitad del vino español, y de casi el 10% del que se elabora en todo el mundo, le fallan algunas estrategias que no serán fáciles de superar, al menos, en el corto plazo.
Y esa, y no otra, debería ser la finalidad de la Cumbre Mundial del Vino que con tanto ahínco defienden la presidenta regional, María Dolores de Cospedal, y su consejera de Agricultura, María Luisa Soriano.
Desde tiempos inmemoriales seguimos recibiendo el mensaje de que los vinos de Castilla-La Mancha son los mejores del mundo. Nada más y nada menos. Y el problema es que el mercado mundial no nos entiende y prefiere comprar los de otras regiones españolas o los de otros países con más fama como Francia. Y es que no hay más ciego que el que no quiere ver.
Castilla-La Mancha, a la par que España, ha dado un paso de gigante en la calidad de sus vinos en los últimos tiempos. Ha pasado de vender, especialmente en los mercados internacionales, gran parte de los vinos que antes dedicaba a la quema, más que a la destilación, ya que ésta tiene un fin comercial diferente y puede, y debe, ser una alternativa más en la diversificación del mercado.
El problema no es tanto si hay que vender más vino envasado, que probablemente hay que hacerlo, especialmente en aquellos que consiguen una calidad que raya lo excepcional, o más vino a granel. Tanto en un segmento como en otro hay que mejorar la comercialización y evitar, en la medida de lo posible, que el vino que no se envasa vaya también a destinos de mayor valor añadido.
Hemos convivido hasta ahora con dos cosechas bastante anormales, la de 2012 y la de 2013. La primera, más que escasa, dio pie a la especulación de una buena parte de las bodegas que inflaron los precios cuando vieron que el mercado estaba desabastecido. La segunda, la de la campaña pasada, en que el cosechón fue tan grande y la calidad, en no pocos casos, tan exigua, que el mercado nos pasó factura en forma de precio. Con esta dinámica, logramos que el vino a granel se convierta en una commodity, algo que el sector debe evitar, ya que el vino no es un producto tan homogéneo en calidad o cantidad como puede ser la cebada, el trigo o el petróleo. Afortunadamente.
El problema del vino a granel es que seguimos teniendo una fortísima dependencia de países vecinos como Francia, Italia o Portugal que compran la mayoría de nuestra producción para reexportarla. Y no es que haya que dejar de venderles vino, faltaría más, pero sería interesante buscar mercados de mayor valor añadido como es el caso de Estados Unidos, especialmente para los vinos con selección varietal, IGP o DO, además de aquellos que se ofertan en bag-in-box o en envases especiales.
Gracias a genios de la gastronomía como Ferrán Adría, España es un destino turístico al que acuden cerca de diez millones de personas a comer y beber. Y no todos van a restaurantes de altísimo nivel sino que esa dinámica ha servido también para que vendan más nuestros mesones, chiringuitos y restaurantes populares. Es hora de que ofrezcamos siempre a nuestros presciptores los mejores vinos, que siempre serán nuestros mejores embajadores. Con algo de voluntad, dosis de paciencia, buen funcionamiento de la interprofesional y más y mejores profesionales en los departamentos comerciales todo puede mejorar. Y hay sitio para el mosto, los grandes vinos envasados, los vinos a granel con denominación varietal, los vinagres, los alcoholes y el vino más básico. Pero siempre con la premisa de la calidad. De la mejor calidad.
José Luis Murcia
Periodista. Miembro de AEPEV-FIJEV.
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Periodista. Miembro de AEPEV y FIJEV
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