Profeta en tu tierra

Tendemos a pensar, erróneamente, que todo lo que viene de fuera mejora lo presente en cualquier ámbito profesional, así como a escuchar de forma más ávida a aquellos que vienen desde más lejos que de nuestra zona de influencia a explicarnos cualquier propuesta de producto o servicio.

Luego, eso sí, cuando un profesional venido de fuera se pone en una cata a hablar mal de un vino y responsables de la organización de un evento se escandalizan por estas formas y por el desenlace final, son capaces de decir eso de “¿no hay personas de aquí que podrían haber hecho esto?”.

Y no me extraña lo anterior, cuando a mí, por ejemplo, me llaman y me consideran como jurado de cata de Murcia, de Tomelloso -donde tuve el honor de ser Presidente de Mesa en los Premios Gran Selección de Castilla-La Manch-a, en Alcázar de San Juan o de diferentes concursos de Madrid y no me tienen en cuenta, por ejemplo, en mi entorno más cercano, donde, eso sí, me han reconocido como “mayoral de honor” de la Cofradía de Mayorales del Vino de Valdepeñas y como “socio de honor” de la Asociación de Jóvenes Amigos del Vino.

Decía en días pasados María Isabel Mijares que la coincidencia en fechas de Vinalies de Paris y de Mundusvini en Alemania ha hecho posible que se incremente el elenco de catadores al no poder coincidir físicamente en dos espacios a la vez, lo que abre un poco el abanico de un mundo tan impresionante como relativamente cerrado, donde incluso, me comentan, que va a ser necesario con el tiempo completar una formación mínima para, sobre todo, unificar criterios de cata.

Siguiendo con la cata, en días pasados tuve la suerte de participar en un concurso celebrado en la Escuela Española de Cata, dirigida por el matrimonio compuesto por Arturo Hurtado y Carmen Garrobo, donde todo está pensado para la formación específica y el disfrute y la profesionalidad de los futuros sumilleres y/o amantes del vino en general.

Volviendo al título de este artículo, puede que ser nativo de un lugar sea negativo a la hora de que seas valorado profesionalmente en tu zona, donde, por otra parte, sí que echan mano de ti cuando se trata de catas benéficas con asociaciones sin ánimo de lucro, donde, como es lógico, no ha de primar el interés crematístico.

Esta misma semana he tenido la posibilidad de charlar un rato distendido con el enólogo valdepeñero José Manuel Corrales, que ha echado raíces en Rueda, donde está al frente de las elaboraciones de Avelino Vegas y de sus vinos Circe. Otro ejemplo más de que a veces es necesario salir para que vean que profesionales criados en sus zonas de origen triunfan en otras indicaciones de calidad muy distintas, porque la profesionalidad se adapta también a cada terruño concreto.

Es el caso de otros enólogos como José Rogelio Nuño, que durante años trabajó para Hijos de Antonio Barceló o bodegueros como Miguel Ángel de Gregorio, que pocos ubican como manchego, dado que se le identifica inexorablemente con Briones y con su riojano vino de Finca Allende.

Sea como fuere, en mi opinión, los profesionales hacen bien lo que saben hacer, donde lo tengan que hacer, aunque no deja de ser un estropicio que su sapiencia colonice otras zonas. Porque aunar entusiasmo por lo que uno hace y hacer coincidir esta pasión en una zona que amas, ya sea porque naces o paces en ella, es algo que se propaga desde todos los poros de tu piel.

Al final, como suele decirse, quien no tiene padrino, no se bautiza o simplemente nadie es profeta en su tierra por la inoperancia de los mediocres, la influencia de manos negras, por los pocos escrúpulos que se venden por un simple plato de lentejas o por los que nunca tienen, o no han tenido, ni estilo ni compostura.

José Luis Martínez Díaz Licenciado en CC. de la Información, miembro de la AEPEV y de la FIJEV. Artículos Relacionados