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Primera división

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Los que hemos tenido la suerte de estar en primera línea de fuego y trabajar en alguna de las bodegas más importantes del mundo sabemos qué es lo que significa jugar en Primera División o haber disputado la “Champions”.

Una situación que suele otorgar una “expertise” y una sensación que es difícil de explicar, pero que te hace acercarte a la excelencia y a ser un adalid en grado sumo de la profesionalidad, en algunos casos.

Yo solía decir que, con una actividad tan intensa, que deja en una minucia y una broma eso de trabajar con estrés, estás inmerso en una especie de montaña rusa en la que los subidones de adrenalina por el trabajo vivido a flor de piel siempre acaban imponiéndose a los frenos que te hacen no vivir en una situación o en un entorno ideal, simplemente porque eso no existe.

Para saber si has llegado a ese estatus de “jugador”, has de plantearte si realmente sientes todos los espacios de tu bodega como si fueran propios y si respiras desde primera hora de la mañana ese ambiente. Porque si es así y cumples con tus compromisos, con tu trabajo y sales airoso con eficiencia de la inmensa mayoría de los envites, sería una temeridad por su parte que los responsables de tu compañía no supieran ver todas esas cosas y te dejaran escapar o incluso que no supieran darte los mimos necesarios.

En una ocasión llegué a sentirme de esta manera, en uno de mis cúlmenes a nivel profesional, donde, a pesar de todo, no se supo ver toda esa actitud y decidieron prescindir de mis servicios, que es el eufemismo más utilizado en estos casos, pese a que hayas visto pasar y pasar personas y funciones por aquello que una vez fue tu responsabilidad y que incluso fue necesario desgranar en diferentes ocupaciones.

Si alguna vez tienen, o han tenido, a profesionales como les indico no les dejen nunca escapar y, si lo hacen, piensen por un momento si pueden encontrar a alguien que se comprometa, que se implique y que haga suya una responsabilidad, más allá de un trabajo de oficina con un determinado horario y con las cotas de compromiso justas.

Claro que quienes se implican de esta manera no entenderán no sólo que no se les corresponda, sino que en un momento dado se les haga ver que tan sólo son repuestos de plástico de un engranaje bien engrasado que es objeto de estudio de un programa informático en el que se analizan incluso las posibilidades de rotura para prever que haya recambios suficientes. Y es que aquí hablamos de personas y de sentimientos.

Cuando hace años viví esta situación, uno los mejores profesionales del vino de este país -y hablo en genérico-, que mientras ostentaba ese puesto de “galáctico” era bastante crítico y me cernía asiduamente la tan temida espada de Damocles, llegó a decirle a uno de mis empleadores, una vez que supo que no seguiría en esa firma, que jamás encontraría a alguien como yo, alguien con quien dejar con todas garantías al mejor prescriptor del mundo, a un grupo de alumnos, a una visita de políticos u otros cientos de situaciones.

Es más, incluso uno de los consultores especializados más importante de nuestro país, una vez analizado mi CV, se echaba las manos a la cabeza de cómo se había dejado perder un perfil tan especializado y a medida como el mío, habiendo pasado de ser un jugador de equipo de Champions a la estrella de otra escuadra de la “Intertoto”, por eso de ser cabeza de ratón o cola de león.

Al final, la vida sigue e incluso se asemeja a esa recurrida pareja que unió sus destinos en su juventud, aunque cada uno hizo su camino por su cuenta, sin dejar de ir a los mismos lugares y a coincidir en las mismas plazas. Y hasta el punto de saber que incluso con uno de ellos viudo no son capaces de juntarse de nuevo. Por cabezonería, incluso. O por soberbia. O vete tú a saber…

En lo que a mí respecta, pese a que a veces reverberan ecos y ruido de mi pasado y leves acercamientos al área de portería, creo que ya es tiempo de volver a ganar, que sienta muy bien y uno se relame con los éxitos que acaban llegando. Y es que es época de volver acostumbrarse a ganar, aunque sea en el minuto 93.

 

José Luis Martínez Díaz  
José Luis Martínez Díaz
Licenciado en CC. de la Información, miembro de la AEPEV y de la FIJEV.

 

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