Pero… ¿Usted sabe lo que es el vino?

Volvemos a la carga, como siempre, cada cierto tiempo: la temida espada de Damocles del impuesto del vino vuelve a tambalearse sobre nuestras cabezas.
No pensaba comentarlo. Sin embargo, no me resisto a reflexionar sobre algunas preguntas que me surgen. Me gustaría señalar a quién o a quienes, con esta temida periodicidad, nos vuelven a poner en el alero del tejado.
No quiero hacer el clásico artículo del daño que haríamos al vino, al sector industrial, al agricultor, al empleo, a los jornales, etc. No, está ya muy trillado, sobre eso he escrito mucho y mejores plumas han escrito sobre el mismo. No, para eso es suficiente con una revisión a la hemeroteca.
Me gustaría preguntar, a quien pone el vino como una bebida alcohólica: ¿Usted sabe lo que es el vino? Porque si trata o ve el vino como una bebida alcohólica, en primer lugar me da usted pena (le diría); en segundo lugar no sabe lo que dice; en tercer lugar el alcohol es un componente de los miles que tiene; y así se podría seguir y seguir.
Le diría ¿Sabe usted que el vino es cultura? Es nuestra cultura, nuestras raíces ancestrales: es arte, historia, futuro…
El vino, la ley lo dice, es alimento y de los buenos, natural, tonificante, componente indispensable de nuestra dieta, de nuestra dieta mediterránea, alabada en el mundo entero. Y lo es desde hace miles de años.
El vino es vida, loado por los mejores escritores, las más ilustres plumas, los mejores poetas. Bebida milenaria como no hay otra, bebida por los dioses griegos y romanos, acompañante de hazañas épicas, aventurero, confesor de penas, deleite de alegrías. Iguala hombres, tanto al rico y poderoso, como al humilde menesteroso. El vino se adapta igual a la soledad de una pena como a la alegría de una fiesta.
El Vino es placer natural, sensaciones, aromas, compañero de tertulias, invitado a toda fiesta, es conversación, critica, éxtasis.
Y le diría a quien haya sacado este proyecto de ley que si el vino lo toma como bebida alcohólica, no sabe de lo que habla. Si lo toma así, como producto que potencialmente puede llenar las arcas de los impuestos, es muy corto de miras.
Me extraña que salga a la luz la propuesta y que inmediatamente todos los políticos, de una y otra ideología, aseguren su abolición, que, defendiendo el vino, afirmen que ni se llevará a cabo. Si de verdad es así, entonces, simplemente ni la muestres.
Para terminar, le diría a quien saca estos proyectos de vez en cuando que me da pena. Sí, me da pena. Porque estoy seguro de que será una persona, más bien amargada de la vida, del despacho, o de la rutina. Una persona reiterativa en su quehacer diario. Y lo que más pena me da es que seguro que no bebe vino.
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Javier Sánchez-Migallón
Director Ediciones Albandea y El Correo del Vino
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