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Paul Pontallier: el adiós de un genio

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Paul Pontallier: el adiós de un genio
Paul Pontallier: el adiós de un genio

El cáncer. Otra vez el maldito cáncer. Justo poco antes de cumplir 60 años nos ha dejado Paul Pontallier. Consciente de su enfermedad y del trágico final que le esperaba, hace escasamente dos meses comenzó a despedirse de sus múltiples amigos a los que indicaba que iba a iniciar un largo viaje. Y tan largo, Paul. Y sin retorno.

Bordelés, discípulo de Émile Peynaud, maestro de maestros, y empleado de Château Margaux desde 1983 donde llegó como enólogo hasta que fue nombrado director general en 1990 por su propietaria, Corinne Mentzelopoulos, Pontallier se ha ido en silencio, con poco ruido, de forma tan escasamente ruidosa y pomposa como su propia vida.

Y es que Paul, ingeniero agrónomo por el Instituto Nacional de Agronomía de París desde 1975 y doctorado en Enología en 1978 con una tesis dirigida por el genial Peynaud sobre la crianza de vinos tintos, ha sido siempre un hombre tan sobrio como elegante, tan caballero como modesto, tan humilde y sencillo como trabajador. Su vida profesional ha estado unida hasta su último aliento a Château Margaux, la emblemática bodega bordelesa que le ponía a prueba con cada añada.

Pontallier, como una ceremonia interminable, salía todos los años a escena para contar las características de cada añada de esta mítica casa, para exponer las condiciones climáticas a las que había tenido que enfrentarse, para elogiar la labor de sus antecesores…Siempre presumía de que las grandes casas del vino bordelés cuentan en su haber con el cuaderno escrito por varias generaciones con la cosecha de cada año, las adversidades climáticas y el trabajo realizado. Ahí, decía, reside la grandeza de los grandes châteux, que lo son por historia, trabajo, tradición y buen hacer.

En los cincos años que transcurrieron entre su doctorado y su llegada a Margaux, Paul Pontallier trabajó como profesor de Enología en la Universidad Católica de Santiago de Chile. Allí conoció a Felipe de Solminihac con quien creó Viña Aquitania junto a Bruno Prats, propietario entonces de Cos d´Estournel, y a Ghislain de Montgolfier, presidente del champán Bollinger.

Tras la retirada de Philippe Barre en 1990, Pontallier, persona de absoluta confianza de la propiedad, fue nombrado director general y se comprometió a mantener año tras año el enorme prestigio de la bodega. Siempre aseguró que estar en Margaux era un placer, pero a la vez un reto que le obligaba cada año a luchar contra los elementos para mantener el pabellón tan alto como lo recibió.

Tuve la oportunidad de invitarle a España en dos ocasiones y, en ambas, vino encantado. De su paso por Chile conservaba un excelente español que practicaba tanto en sus charlas privadas como en sus exposiciones. La primera de ellas fue en FENAVIN donde pudo hablar de su trabajo en Margaux, la segunda hace dos años en Enofusión donde realizó una cata de sus mejores añadas.

Amigo de sus amigos, excelente conversador, trabajador infatigable, viajero impenitente, Paul Pontallier era un hombre modesto que adoraba los buenos vinos, no solo los de elevado precio sino también aquellos honestos vinos de todos los días que él siempre dijo preferir a otros más alcohólicos, más maderizados y con mayor boato, “pero con menos alma”. Se nos fue Paul, pero su obra permanece. Descanse en paz.

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