Miedo, competencia y oportunidades
No tenemos remedio. El año pasado nos pasamos unos meses llorando porque la cosecha de vino había sido corta. Demasiado corta. Y eso no era bueno porque podría provocar dientes de sierra al año siguiente.
Y al hilo de esta reflexión no dejo de preguntarme si lo que en realidad nos pasa es que nos encanta el victimismo. Y nos gusta tanto que cuando las cosas van bien no podemos dejar de pensar en cuándo nos irán mal. Quizás en el pecado llevemos la penitencia y lo que ocurre es que estamos a años luz del optimismo italiano y de la superioridad francesa, conquistada tras muchos años de trabajo y buen hacer.
Viticultores, cooperativistas, bodegueros y periodistas del sector comienzan a pensar que va a haber una gran cosecha, mucho más de lo que nos cuentan, y con ese ánimo vamos a ir a precios ruinosos, ya se nos ha olvidado lo que hemos cobrado y ganado hasta septiembre de 2018 incluido merced a la mala cosecha de otros durante el año pasado.
¿Y qué más da? ¿Recuerdan ustedes que la campaña, que ahora termina, contara con lloriqueos de los que vendieron sus vinos a unos precios que jamás habían soñado? No ¿verdad? ¿Y saben por qué? Yo se lo voy a decir. En el campo, los silencios son significativos de éxito. Los lloros y el victimismo, de fracaso.
Pues basta ya de llorar y pongámonos las pilas. La nueva campaña es competitiva, difícil, compleja… pero también ilusionante. No he visto lloros en Francia o Italia por una cosecha grande. Los he visto por una cosecha corta. Y es ahí donde radica la cuestión. Tenemos calidad para competir con todo el mundo. Solo hacer falta creérselo y saltar al ruedo.
Sin embargo, hay unos cuantos millones de litros de vino en España que, como mejor estarían es fuera del mercado. Me refiero a nuevas plantaciones con rendimientos superiores a 40.000 kilos por hectárea, grado bajo y, en ocasiones, con el ácido glucónico por las nubes. Y es ese vino el que distorsiona las transacciones comerciales, el que criminaliza el buen hacer de cientos de miles de viticultores, pero ¿quién le pone el cascabel al gato?
Los políticos no se atreven porque piensan que se juegan su voto. Pero la realidad es que esta inacción perjudica a los buenos viticultores, a los grandes cooperativistas, a los excelentes enólogos y bodegueros españoles y perjudica al grueso del sector. Y mientras Italia, Francia, Australia o Chile hacen sus buenos negocios, nosotros a por uvas. Y nunca mejor dicho.
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José Luis Murcia
Periodista. Presidente de AEPEV-FIJEV.
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Periodista. Miembro de AEPEV y FIJEV
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