Le Grand Tasting
A veces pienso la clase de esperpento friki que soy. Despertarme a las tres de la madrugada para irme al aeropuerto y aterrizar en París para asistir a una cata durante el viernes y el sábado.
Encerrado entre vinos me he sentido. No me dio tiempo a mucho más. Tan solo vi de lejos el haz de luz que emite el foco giratorio de la Torre Eiffel, recordándome al ojo de Sauron. Pero valió la pena. Le Grand Tasting es uno de mis salones preferidos.
Quise centrarme en probar vinos franceses que se pareciesen un poco a los vinos españoles. Por ello me fijé en las zonas del sur de Francia, que usan mucha Garnacha, Syrah, Cariñena o Monastrell, entre otras. Entre vino y vino, iba escribiendo mis anotaciones. En muchas ocasiones en mi cabeza se escuchaban comparaciones odiosas. Dependiendo de qué aspecto, criticaba a un estilo de vinificar o a otro. Pero eso me lo quedo de momento para mí.
En algún momento de este fin de semana, me fui a los expositores de otras zonas. Quise probar cosas fuera de mi estudio personal. Y así pude disfrutar de vinos de Burdeos, o algunos Champagne que sin tanto renombre, igualmente estaban espléndidos. Todavía tengo en la mente el eterno sabor de un vino de Alsacia, que era tan ácido y dulce que no se puede olvidar fácilmente. También disfruté de un vino de Beaujolais que no era "noveau", pero que me llamó la atención por el oso de su etiqueta. Me dijeron que los viñedos de ese vino estaban en una zona de altura que la llamaban la pequeña Siberia. Por eso el motivo del oso polar en la etiqueta. Un vino que sin ser ilustre dejaba muy buen sabor de boca.
Por suerte me ofrecieron asistir a varias conferencias, de esas en las que no solo te sueltan la charlan, sino que te dan de beber e incluso de comer. No hay mejor manera de aprender de lo que dicen pudiéndolo ver, oler y probar.
En un momento de descanso me fui a la zona de prensa. Mi idea era poder sentarme para ordenar mis anotaciones. Así que como un estudiante en la biblioteca, me centré en mis apuntes. Concentrado. Leyendo atentamente lo que había escrito. Haciendo codos. De vez en cuando escuché algún ruido, pero no le daba importancia. Volvía a mis notas. Revisaba los precios que me decían. Miraba nuevamente los días de maceración de ciertos vinos. Y el ruido otra vez. Pero no permití que me distrajese. Las zonas y sus precipitaciones anuales. Los parajes en que crecían las viñas. Y el ruido de nuevo. Stop. Ahora la curiosidad me gana. ¿Qué demonios es ese golpe ruidoso agudo que escucho cada minuto?
Giré mi cabeza y a mi izquierda vi a un señor de avanzada edad sentado. Con los brazos caídos. Nada de formalismos ni postureo. Recostado, casi espachurrado sobre la silla. Con la mirada en el horizonte. Y de nuevo… "hip".
Eso era el ruido, su hipo.
No pude contener la carcajada. Su hipo y su postura de meditación de yoga se me repetía en bucle en la cabeza. Tuve que disimular y hacer como que me reía de mis anotaciones. Parece ser que el hombre no sabía lo que era escupir, y después de un rato probando vinos se había pasado. La verdad es que no iba borracho y mal, pero sí lo suficiente tocado como para tener que sentarse y esperar que pasara un poco la mona.
Sin dudas, fue uno de los momentos más simpáticos que viví este fin de semana. ¡Hip, hip, hurra!
Licenciado en Enología.
Master en Dirección de Marketing y Ventas.
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