Las microproducciones de vino: Un estilo de vida

Las realidades del mundo del vino son, afortunadamente, tan diversas como la vida misma.
Si la semana pasada hablábamos en estas páginas del éxito de la World Bulk Wine Exhibition (WBWE) gracias al trabajo entusiasta de una pequeña empresa española que ha hecho mover desde esa plataforma millones de hectolitros de vino e incrementar los intercambios comerciales, ahora nos vamos al lado contrario, al de los microproductores de vino que durante el pasado fin de semana se reunieron en Andorra para exponer sus experiencias.
La ciudad andorrana de Sant Juliá de Loria acogió durante la jornada del pasado sábado un encuentro de microproductores de vino de España, Francia y Andorra al que asistieron 40 bodegas para intercambiar experiencias y dar a catar sus vinos. El escenario, pese a la copiosa nevada que recibió a los visitantes, no pudo ser más oportuno, ya que el Principado ha recuperado la actividad vitivinícola casi un siglo después de que desaparecieran sus últimas viñas.
Conferencias, mesas redondas, cena con armonía de vinos andorranos y una exposición fotográfica, además de la presencia del productor francés Alain Graillot (Crozés-Hermitages), David Seijas, sumiller de la Fundación El Bulli, y María Isabel Mijares, enóloga que rompió esquemas en un país donde la enología tenía nombre masculino, han sido algunos de los atractivos del encuentro que ha servido para poner de manifiesto que los pequeños también cuentan, y mucho, en el mundo vitivinícola.
Para Seijas, el microproductor de vino, más que un gran volumen de negocio, busca un estilo de vida. Esa es quizás la mejor definición, ya que Graillot aseguraba que el microproductor es aquel que hace el vino con pasión, denominación que se queda corta, ya que son muchos los grandes, y hasta gigantes, que cumplen esa máxima.
Sin embargo, la vida de Graillot es coherente con el discurso de la pasión. Ingeniero de formación y técnico de la multinacional Novartis en París decidió un día dejar todo de lado y dedicarse a hacer vino, pese a no tener formación enológica. Para ello eligió un área como la de Crozés-Hermitages que, pese a estar ubicada en una zona ideal para la variedad syrah como las Costas del Ródano, no gozaba de prestigio hasta que él le dio el empujón definitivo. Eso le hizo acreedor de situarse al nivel de nombres míticos del vino francés en el área como Jaboulet. Graillot, como el cura que abandona la Iglesia y abraza el ateísmo, reniega en su trabajo del uso de fertilizantes químicos, lucha contra las organismos genéticamente modificados y enarbola la bandera de la biodinámica. En estos momentos ejerce como asesor de la bodega andorrana Borda Sabaté.
Durante el encuentro, la veterana periodista Paz Ivison preguntó cuáles son las hectáreas o el número de botellas que hace que uno sea microproductor o productor a secas. Todos coincidieron en que no existe regla escrita para definir a un microproductor más allá de su forma de entender el vino y de manejar cantidades pequeñas de hectáreas y uvas en la elaboración. En definitiva, un artesano del vino.
Esa artesanía se refleja fielmente en el buen hacer de las cuatro bodegas andorranas, todas ellas enclavadas en el término municipal de Sant Juliá de Loria, que manejan explotaciones que van desde 1,3 a dos hectáreas y producciones que no exceden en ningún caso las 3.000 botellas, muchas de ellas de medio litro.
Son la otra realidad del vino, la realidad de quienes venden exclusividad y originalidad. Y todo ello pese a que, con vinos vendidos a altos precios, difícilmente se hará rico el que practique esta actividad. Seijas lo definió muy bien. “No es lo mismo cocinar para seis personas que hacer un banquete para 600, ya que una pequeña producción te permite disfrutar más de lo que haces porque lo controlas con tus propias manos”.
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José Luis Murcia
Periodista. Miembro de AEPEV-FIJEV.
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Periodista. Miembro de AEPEV y FIJEV
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