Las grandes cosechas solo pueden afrontarse con la exportación

A un país con una media de producción anual de vino y mosto de 38-40 millones de hectolitros, cuyo consumo interno apenas absorbe 9,5 millones de hectolitros, no le queda otro camino que incrementar la exportación, aunque parezca de Perogrullo.
El problema es que mientras hemos ganado en precio en nuestras exportaciones como consecuencia de incrementar las ventas de envasado y disminuir las de granel, hemos perdido ventas en volumen y hemos aumentado las existencias con una cosecha menor en cuatro millones de hectolitros.
El escenario, a priori, no parece malo. Rafael del Rey, director general del Observatorio Español del Mercado del Vino (OEMV) considera que el vino español “ha ganado prestigio y precio en el comercio internacional, pero no estoy seguro de que se hayan fidelizado algunos mercados que lo merecían y eso puede ser un problema cuando se afronta una gran cosecha como la de este año”.
Aunque nadie se atreve a hacer pronósticos suicidas sobre a cuánto ascenderá la vendimia de este año, todo parece presagiar que, por vez primera, España podría superar en producción a los líderes mundiales: Francia e Italia. O cuando menos ponernos a la par. Del Rey asegura que el camino iniciado por España de vender, poco a poco, más vino de valor añadido como el envasado “es una noticia muy positiva para el conjunto del sector, pero no olvidemos que debemos intentar vender todo lo que producimos”.
Las ventas españolas en el exterior consiguieron su récord en volumen en 2011 cuando se superaron los 22 millones de hectolitros, aunque casi doce millones de ellos fueran ventas de vino a granel y bag-in-box. Si jugamos con una perspectiva de una cosecha en torno a 45-46 millones de hectolitros, la realidad de las exportaciones tiene que cambiar. De una producción de tres millones de mosto, corta producción que hizo que su precio se incrementara de forma significativa, debemos pasar a 5,5 millones, un millón de hectolitros nuevo debe incrementarse para la producción de alcohol, con lo que nos situaríamos en algo más de tres millones de hectolitros, mientras el mercado nacional, sin cambios, se ubica en 9,5 millones. Si alcanzáramos la cifra de 22 millones de hectolitros en ventas, mucho hay que correr cuando nos encontramos en 18 millones a estas alturas, y detuviéramos las importaciones, aún significativas especialmente de granel chileno, aún nos quedarían cinco o seis millones de hectolitros cuya única salida sería la venta a granel.
El mercado internacional, afortunadamente, no se encuentra con grandes existencias, pero en España hay más vino del que algunos querían hacernos creer. Llama la atención que el segundo comprador mundial de vino chileno sea España, un país netamente exportador, solo superado por Estados Unidos. ¿Qué hemos hecho mal? ¿Se ha retirado el vino comprado a granel a precios estratosféricos de algunas bodegas o cooperativas españolas o los compradores han preferido perder el adelanto entregado a cuenta y han ido a abastecerse a otros países como Argentina, Chile o Uruguay?
Lo realmente difícil va a ser mantener el equilibrio en un momento en el que hay que recuperar mercados perdidos como el chino o el ruso como consecuencia del incremento de los precios. Pero tampoco España debe volver a aquellas operaciones a pérdidas en las que se colocaban importantes volúmenes de vino a granel por debajo de los 25 céntimos de euro. El vino español, tanto envasado como a granel, continúa entre los más competitivos del mundo. Pero el mercado, como también asegura Rafael del Rey, no es una ciencia exacta y hay que estar en él para saber lo que se cuece.
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Periodista. Miembro de la FIJEV.
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Periodista. Miembro de AEPEV y FIJEV
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