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La singularidad de lo autóctono

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Mientras el Nuevo Mundo apuesta claramente por la elaboración de vinos con características similares, los productores de la Vieja Europa comienzan a darse cuenta del enorme potencial de sus variedades autóctonas.

Un importante panel de expertos del sector vitivinícola, especialmente británicos, han debatido durante dos días en la localidad portuguesa de Celorico da Beira, en la región de la Beira interior, cerca de la ciudad de Guarda, sobre el futuro del vino portugués y casi todos ellos han puesto el acento en la singularidad de sus castas.

Mientras el Nuevo Mundo apuesta claramente por la elaboración de vinos con características similares, que hacen casi imposible averiguar en cata ciega el origen, por ejemplo, de un cabernet sauvignon, ya que lo mismo puede proceder de Australia, Nueva Zelanda, Chile, Argentina, Sudáfrica o los Estados Unidos; los productores de la Vieja Europa comienzan a darse cuenta del enorme potencial de sus variedades autóctonas.

Italia fue el primer país en reivindicar el valor de variedades tan prestigiosas como sangiovese o primitivo, mientras Portugal se hacía un importante hueco en un mercado tan difícil como el británico gracias a la touriga nacional, la trincadeira o la antao, que empiezan a sonar en la mente de los amantes de este tipo de vinos.

España no ha sido ajena a este empuje y, consciente de sus posibilidades en los mercados internacionales donde ha llegado a vender en 2010 un total de 1.766 millones de litros de vino, ha empujado con sus variedades estrella con la tempranillo a la cabeza, pero también con garnacha, cariñena, monastrell, mencía, godello, albariño o verdejo.

Y la reivindicación de las variedades autóctonas no ha sido sólo en los mercados del vino embotellado al considerarse este más elitista y competitivo, al menos en un segmento de precios que oscila entre los cinco y los diez euros, sino que ha llegado también a la compra-venta del vino a granel como lo demuestra el éxito obtenido por partidas de vino de tempranillo, garnacha tintorera o verdejo en el curso de la World Bulk Wine Exhibition, celebrada en la Ámsterdam a finales del pasado mes de noviembre.

Éxito que no recayó únicamente en los vinos españoles sino en las magníficas partidas de primitivo y sangiovese, entre otras castas italianas, aportadas por los vendedores del país transalpino y que fueron ampliamente solicitadas por los numerosos compradores llegados desde medio centenar de países.

Hubo malbec argentino y assyrtiko griego, pero faltaron las variedades portuguesas, una ausencia que debe quedar suplida este año si el vecino país se decide a poner en venta sus magníficos vinos a granel en una III Edición que se presenta más que interesante tras la irrupción de importantes grupos de compra asiáticos, que se unen a los tradicionales alemanes, británicos y franceses, como COFCO, que realizó importantes operaciones, varias de ellas con petición expresa de vinos monovarietales autóctonos.

La reivindicación de las uvas de cada país no es una moda. Es una clara apuesta por la diferenciación en el mercado. Por la oportunidad de ofertar una mercancía diferente. Por dar la posibilidad al consumidor de adquirir algo genuino, que no solo aporta diferenciación sino parte del corazón y el terruño de cada zona productora.

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