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La revolución del blanco es historia, tras la muerte de Dubourdieu

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La revolución del blanco es historia
La revolución del blanco es historia

El vino blanco sufrió su revolución, su cambio más espectacular en el mundo, cuando el enólogo Denis Dubourdieu, a quien el maldito cáncer nos arrebató con 67 años de edad el pasado 26 de julio, llevó a la práctica sus trabajos e investigaciones enológicas sobre un tipo de vino que, especialmente en su tierra natal de Burdeos, se había considerado lejos en calidad de la complejidad del tinto.

De Dubourdieu se podrían decir muchas cosas. Destacar su cátedra de Enología en la Universidad de Burdeos que ostentaba desde 1987 y desde la que impartía más sabiduría compartida que doctrina, su doble doctorado sobre la estructura molecular de las uvas afectadas de botrytis cinérea y  de filtrado y clarificación de esas uvas. Su asesoramiento, más que personalizado, a marcas de la talla de Château d´Yquem o Château Cheval Blanc, en Francia, o de Chivite, en España. Pero la gran obra de Dubourdieu fue la de situar al vino blanco a la altura del tinto en un área tan apreciada en el mundo como Burdeos.

Su carrera como viticultor y bodeguero, a la par de sus primeros estudios de Agricultura y Economía en Montpellier, fue en el Château Doisy Daëne, herencia familiar, pero su obra, su gran obra magistral, la lleva a cabo en Clos Floridène, una propiedad marginal de la zona de Graves de apenas dos hectáreas de extensión, donde a partir de 1982 establece los cimientos de la gran finca que hoy acoge 40 hectáreas, tanto de uvas blancas como tintas.

Clos Floridène es la muestra palpable de la gran revolución del vino, especialmente el blanco, y la constatación de que pueden degustarse excelentes botellas a precios de mortales, sin necesidad de pagar cifras exorbitantes por experimentar el placer de pensar en un vino blanco de precio moderado como en una obra de arte.

Quienes conocían profundamente a Dubourdieu hablaban de él como buen conversador, afable, educado, cordial y sabio. Era escasamente petulante y sabía escuchar, lo que le convertía doblemente en sabio.

Su buen hacer llegó a España de la mano de Chivite, única bodega española a la que asesoraba, donde dejó huella con el que muchos consideran el mejor chardonnay de España de todos los tiempos y uno de los vinos blancos que se encuentran en el Olimpo de nuestros mejores vinos de todos los tiempos.

Pero la gran labor de Denis Dubourdieu, su gran obra, será siempre, aparte de su eterna sonrisa que le acompañaba allá por donde iba, su aportación a la elaboración del vino blanco, una revolución que, como excelente enólogo, comenzaba en el viñedo y terminaba en la copa. Y Clos Floridène, aparte de sus otras propiedades de Château Doisy Daëne y de Château Reynon, es la guinda de un pastel que aún llora triste por su muerte, pero que abre la sonrisa a la esperanza eterna de la gran obra enológica que nos deja.

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