La relativa y agradable sorpresa de los vinos mallorquines

La producción balear apenas alcanza los cinco millones de litros, de los que casi el 70% están adscritos a alguna figura de calidad, ya sea Vinos de la Tierra de Mallorca, Illes Balears, Tramuntana-Serra Nord, Menorca, Ibiza o Formentera como a las p
La producción balear apenas alcanza los cinco millones de litros, de los que casi el 70% están adscritos a alguna figura de calidad, ya sea Vinos de la Tierra de Mallorca, Illes Balears, Tramuntana-Serra Nord, Menorca, Ibiza o Formentera como a las prestigiadísimas Denominaciones de Origen Protegidas Binissalem o Pla i Llevant. Estas últimas han acogido este año la III Edición de la entrega de Premios a los Mejores Vinos de España que otorga la Asociación Española de Periodistas y Escritores del Vino (AEPEV).
Y precisamente este viaje nos ha permitido ahondar más en la grandeza de unos vinos escasamente conocidos en la Península, ya que el turismo les permite vender la mayoría de su producción en las propias islas y exportar alrededor de un 15% a la Unión Europea, especialmente Alemania y Suiza, países que aportan la mayoría de los visitantes a esta tierra en periodo vacacional.
Algunos vinos baleares han causado sensación en la prensa especializada que los ha elevado a la categoría de obras maestras, pero la realidad es que la mayor parte de los aficionados al vino en la Península desconoce la originalidad de estos vinos por la sencilla razón de que apenas alcanza al 1% de la producción las botellas que llegan a la restauración catalana o madrileña.
La viticultura balear, pese a su pequeño tamaño, tiene un peso importante en el sector agroalimentario isleño y, sobre todo, un componente social y medioambiental que permite mantener el paisaje y fijar población en el medio rural, algo difícil en todas las áreas dedicadas al turismo, ya que este arrasa con todo: bueno y malo.
El equipo que comanda Gabriel Company, actual consejero de Agricultura y Medio Ambiente, perfectamente apoyado en una secretaria general de Medio Rural y Marino, Margaret Mercadal, da dinamismo a un segmento que necesitaba probablemente de un hombre conocedor del medio rural y de las necesidades del sector agropecuario ¿Y quién mejor que un dirigente agrario? Atrás quedaron sus labores reivindicativas como líder de ASAJA en las Islas para pasar a la política e intentar frenar el deterioro masivo de la agricultura y la paralización de una actividad económica con claras connotaciones medioambientales y sociales.
Y en este contexto se hacen fuertes empresas como la de Josep Lluis Ferrer, en Binissalem, que pilota la tercera generación de la mano de la siguiente, con vinos como el Blanc de Blancs 2010, un vino elaborado mayoritariamente con la uva autóctona moll, que ha merecido el máximo reconocimiento de la prensa española; o el Pedra Binissalem Negre, acogido a Agricultura ecológica y elaborado con las variedades manto negro y cabernet sauvignon.
La bodega produce entre 600.000 y 800.000 litros todos los años y, aunque la mayor parte de ellos se dedica a la DOP Binissalem, también salen al mercado algunos de ellos bajo la vitola de Vinos de Tierra de Mallorca.
Pero Binissalem también posee otras bodegas más pequeñas dignas de conocer como Ramanya, dirigida por Toni Ramis, que elabora alrededor de 90.000 litros en sus 12 hectáreas de manto negro, syrah, merlot y moll en Santa María del Camí. O Tianna Negre, en Binissalem, que apuesta claramente por la mezcla de variedades autóctonas, muy presentes, con otras foráneas.
Una de las bodegas más antiguas de la isla es, sin duda, la de Miquel Oliver, en la localidad de Petra, que ya va por la cuarta generación con su hija Pilar, auténtica alma mater del negocio, que elabora 80.000 botellas procedentes de sus 28 hectáreas de viñedo en la DO Pla i Llevant. Pilar, formada en Cataluña como enóloga, puede presumir con Alegría 2011 de tener uno de los mejores rosados de merlot de España; puede exhibir con orgullo ese magnífico Experiment 2009 donde la variedad autóctona callet llega al súmmum y triunfar en los mercados con vinos tan complejos como Aia y Ses Ferritges.
¿Y qué decir de Miquel Gelabert, un cocinero reconvertido a la vitivinicultura por su amor al vino? Con solo siete hectáreas, este alquimista del mundo de Baco ha sido capaz de triunfar hasta en la hostil Península, aquejada en exceso de riojitis y riberitis, con microelaboraciones que le llevan a ofertar entre 40.000 y 50.000 botellas al año con 36 variedades, 18 vinos secos y tres dulces. A su juicio, es un éxito vender todo sin ser baratos. Y no le falta razón a este bodeguero de Manacor, patria de Rafa Nadal, cuya bodega comenzó a elaborar en 1985.
Y es que cuando se cuenta con profesionales de la talla de Marga Amat o Miquel Feliú, secretaria general y director gerente, de las DOP antes citadas, o de presidentes como Lourdes Picó y Antoni Bennasar, todo es más fácil. Si además, la empresa pública de promoción Semilla, está dirigida por alguien tan dinámica como Marga Rubí y su equipo, en el que destaca Dolors Carrió, coorganizadora del evento, seguro que la dimensión de los vinos baleares, y de otros productos de calidad alimentaria, tendrán en breve otro cariz mucho más universal. Sin duda.

Periodista. Miembro de AEPEV y FIJEV
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