La maldición del vino
El vino siempre ha tenido una relación bastante compleja, extraña y ambigua con el Islam y, de forma específica, con el Corán, que es el libro sagrado que rige los preceptos principales de los musulmanes, incluyendo alimentación y bebidas.
Ha sido objeto de múltiples interpretaciones y nuestro punto de vista tampoco es el más adecuado para hacer juicios de valor, debido al relativismo cultural y a los prejuicios culturales y religiosos.
Y digo esto porque, gracias a un amigo marroquí, he descubierto muchos aspectos que desconocía ante la simplificación que había escuchado hasta ahora, en la que se decía taxativamente que “en cada uva de un racimo habita el demonio” y que resumía de forma categórica la prohibición del líquido báquico en la religión musulmana.
En lo que he leído sobre este tema, el propio Corán –tal y como recoge Paulina Gómez Pita en un estudio de la UNED titulado “El Vino en el Islam: rechazo y alabanza”- presenta al vino como “un regalo de Dios”; mientras que en otros pasajes habla del vino como tentación satánica y algo abominable, a la altura de, por ejemplo, los juegos azar. En otras suras se prohíbe el consumo del vino, al que llaman jamr (integrando el vino de vides, dátiles, miel o incluso la cerveza, siempre que tengan alcohol procedente de la fermentación) y se dice que es obra del demonio, algo de lo que escapa, como es lógico, el consumo de uvas frescas como fruta.
En mi zona, en Ciudad Real, zona de repoblación cristiana desde el siglo XIII al amparo de las Órdenes Militares, se hablaba de la permisividad de los musulmanes sobre el cultivo de la vid en la comarca hasta entonces, hasta el punto de hablar de que se permitía el consumo de vino de Valdepeñas conforme a una bula del Califato de Córdoba, aunque es algo que otras muchas zonas es posible que hayan adoptado, al igual que hay coincidencias sobre monjes cistercienses que introdujeron variedades tintas nobles desde Borgoña en la península.
Lo que es un hecho es que, incluso en la península arábiga, se mantuvieron los viñedos por la tolerancia con las comunidades cristianas, que necesitan del vino para consagrar las misas, los coptos en Egipto, los mozárabes en Al-Ándalus o los colectivos judíos.
Lo anterior choca con panegíricos a favor del vino de poetas y religiosos musulmanes, de la misma forma que yo mismo me sorprendí cuando mi amigo marroquí degustó levemente un vino en una celebración. Fue él quien me explicó que hay bastante confusión, porque algunos musulmanes siguen hasta el extremo una cita del Corán en la que se dice: “No os acerquéis a la oración en estado de embriaguez (sino esperad) hasta que sepáis lo que decís”. De esta forma, tras el último rezo, al que llegan sobrios, algunos musulmanes beben vino y otros alcoholes de forma compulsiva.
Pero, es más, la maldición del vino en el Corán no se circunscribe tan sólo al consumidor; sino a la tenencia y al tráfico del “jamr”. En este sentido, Ibn 'Abdun, en su tratado sobre «Sevilla a comienzos del siglo XII», afirma que “si se sabe de un comerciante que vende vino, se le castigará y se le romperán los envases”. Y no queda ahí, porque en alusión a los barqueros, se les insta a que no dejen pasar a nadie con envases para comprar vino a los cristianos; dado que si se les pilla, se les romperá el envase y se dará parte al síndico para castigar al marinero”. La prohibición llega al extremo cuando se aconseja la prohibición a vidrieros y alfareros de fabricar copas destinadas a vino o envases para su conservación.
Fuera de estas maldiciones y, cayendo en la cuenta de que nosotros vemos la relación entre el vino y el Islam desde una posición partidista, como defensores del vino bebido con moderación dentro de nuestra cultura, una vez escuché una especie de parábola en la que se sometía a prueba a un musulmán de vida recta y ejemplar. Se le daban tres opciones sobre las que tenía que elegir. Debía ponderar su respuesta a tres escenarios y optar entre beber alcohol, asesinar a un niño o violar a una mujer. Tras meditar su decisión, optó por la que era más inocua y empezó a beber alcohol de una botella. El problema vino cuando embriagó y acabó asesinando al niño y violando a la mujer.
De todas formas, no seamos extremistas y digamos como Rajoy y como Raúl del Pozo en Más de Uno de Onda Cero “Viva el Vino”.
José Luis Martínez Díaz
Licenciado en CC. de la Información, miembro de la AEPEV y de la FIJEV.
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