Juez y Parte
Ser juez y parte es como soplar y sorber al mismo tiempo: son situaciones que no se sostienen. Además, generalizar puede resultar injusto, aunque hay críticos acostumbrados a tirar por tierra todo el trabajo realizado en la mayor zona productora de vino de nuestro país, donde, como con la energía nuclear, pueden producirse bombas, pero también electricidad.
Es decir, que es cuna de grandes vinos y de otros llamemos más “democráticos”, por eso de que el “mayor desprecio es no hacer precio” o por lo de que es mejor no hablar de algo que hablar mal.
Y lo digo tras leer a Víctor de la Serna en su artículo “Ese arte tan español de malbaratar”, donde empieza de forma lapidaria diciendo que “Castilla-La Mancha y el vino son como una metáfora del olvido y el desgaste de tantas tradiciones españolas”, en un artículo publicado en El Mundo, y en el que ilustra su asistencia a un salón de vinos celebrado en días pasados en Albacete que pretende, según él, simular a salones que se celebran en Borgoña o Piamonte.
Y, en honor a la verdad, el titular es el único sitio donde aparece de forma explícita el nombre completo de esta Comunidad Autónoma, donde, al ser tan grande, hay vinos muy diferentes y muchos de ellos de una calidad altísima, en parte gracias a las numerosísimas horas de sol, a su ubicación sobre el nivel del mar y a un amplio abanico de variedades con demostrado arraigo.
Parece ser que esa ilusión de encontrar un ramillete de bodegas singulares la perdió al salir por los bares de Albacete donde la mayoría de la gente consumía cerveza o destilados, hablando del consumo de vino de los castellanomanchegos, y poniendo algún dato sobre consumo de países no productores. Claro que ese dibujo lo vemos no sólo en Castilla-La Mancha, sino que es algo común en toda España, donde, desgraciadamente, no sabemos cómo llegar al público que alcanza la mayoría de edad. No creo que haya descubierto América con esta apreciación y sí, por el contrario, ha enervado a muchos de los que amamos de verdad a esta tierra y al vino, porque grandes vinos hay en numerosas zonas de nuestro país.
Por eso creo que, con todo mi respeto, no es una cuestión baladí generalizar de una forma tan injusta sobre una región, que hasta hace muy poco acaparaba en exclusiva los Grandes Pagos de España y en un sector del que viven miles y miles de familias, representando más de la mitad del viñedo nacional y el 7% del viñedo de todo el mundo.
Y mira que, a veces, la pintan calva para que se hubieran podido meter con Castilla-La Mancha, sobre todo tras el anuncio del Gobierno Regional de propiciar los vinos de calidad con rendimientos de hasta 30.000 kilos por hectárea, lo que es una salvajada, teniendo en cuenta que hay zonas mucho más pequeñas como la DO Valdepeñas que lo reduce a 7.500 kilos por hectárea y a que la producción sí que guarda relación directa con la calidad. Y eso sin hablar de lo escasos que son los presupuestos de muchos Consejos Reguladores. Tanto que no son capaces ni de nombrarlos, no vaya a ser que nos avergoncemos, dando por hecho que los periodistas vamos a dar por buena una información totalmente incompleta.
Del resto, nada más que alegar, salvo el cierre en el que se dice que “lo nuestro han sido el vino a granel y las torres en Cullera”. Sólo recordar que él mismo levantó su proyecto, Finca Sandoval, en la Manchuela conquense, donde destaca sus características singulares y las altas puntuaciones en la Guía Peñín y del gurú Parker.
Como punto final, cuando muchas personas siguen “erre que erre” con los mismo a lo largo del tiempo, al margen de la película de Paco Martínez Soria, se me viene a la mente ese dicho que culmina con la frase coordinada “y jode la borrica al trigo”.
José Luis Martínez Díaz
Licenciado en CC. de la Información, miembro de la AEPEV y de la FIJEV.
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