Fondos para reestructuración del viñedo ¿qué y para qué?
El Gobierno de España, a través del secretario general de Agricultura, Carlos Cabanas, anunció el pasado lunes, día 5 de diciembre, el reparto de 72,5 millones de euros entre las Comunidades Autónomas para reconversión y reestructuración del viñedo durante el ejercicio 2017, dentro del marco de apoyo al sector vitivinícola español durante el cuatrienio 2014-2018.
Esta cantidad forma parte de los algo más de 210 millones de euros del presupuesto del Programa de Apoyo, que incluye medidas de promoción del vino en países terceros, innovación, inversiones y destilación de subproductos.
El grueso de la ayuda, como es lógico, ha recaído en su mayor parte en Castilla-La Mancha con cerca de 33,5 millones de euros, seguida de Extremadura con 7,5 millones de euros, Castilla y León con 6,6 millones de euros, Cataluña con 4,6 millones de euros, Aragón con 3,2 millones de euros, Andalucía con 2,5 millones de euros y Región de Murcia con 2,1 millones de euros. Galicia, Navarra y País Vasco percibirán ayudas superiores al millón de euros, mientras por debajo de ese umbral se quedan Baleares, Canarias y Madrid. Asturias y Cantabria no recibirán cantidad alguna por este concepto.
Las ayudas destinadas al arranque de viñedo en la UE, y su sustitución por otros cultivos, han tenido hasta ahora cierta lógica desde un concepto de eliminación de excedentes, aunque esta medida se ha llevado por delante buena parte de viñedos viejos, algunos centenarios, con uvas de gran calidad. Pero la reconversión ha tenido, por el contrario, efectos contradictorios sobre lo que debe ser el viñedo del futuro en España.
Hace algunos años, las Administraciones espolearon a los viticultores para que eliminaran de sus parcelas viñedos viejos de variedades como airén o cencibel, con su especial clon adaptado desde hace muchos años al viñedo de Castilla-La Mancha, y los sustituyeran por variedades foráneas como cabernet sauvignon, merlot, syrah, chardonnay o sauvignon blanc. Estas medidas demostraron, poco después, el error de cálculo de los promotores de las mismas, ya que los productores se encontraron con menos uva en su viñedo y con la sorpresa de que las bodegas la pagaban al mismo precio o a un precio que no compensaba ni el esfuerzo ni la inversión ni la ecuación cantidad/precio percibido.
La reacción no se hizo esperar. Aquellos que realizaron la inversión hacia las variedades foráneas volvieron al punto de partida pasados unos años. Reinjertaron sus nuevos viñedos con nuevos clones de airén, verdejo o tempranillo, a cuál más productivo, y volvieron a la senda de más kilos, más dinero y menor calidad. Y en esas estamos.
La macrocosecha de 2013, que dio como consecuencia 53,5 millones de hectolitros, con diez millones de ellos de calidad harto dudosa, desembocó en un hundimiento de los precios de los vinos españoles en el mercado internacional. Desde estas mismas páginas, el máximo responsable de Cooperativas Agroalimentarias, Ángel Villafranca, defendía que España continúa teniendo menos producción media que sus principales competidores, Francia e Italia. Y tiene razón. Pero se le olvidaba decir que esos dos países son capaces de vender su producción y buena parte de la nuestra, y nosotros, no. O, al menos, de venderla bien.
Con la Interprofesional en marcha es hora de abordar estos problemas. Es hora de estudiar si el sector, como hace en Francia, es capaz de regular sus producciones. Es hora de saber adónde vamos y en qué se emplea el dinero público que pagamos entre todos. Es hora de responder ¿qué y para qué? en la asignación de fondos para reconversión y reestructuración del viñedo.
Periodista. Miembro de AEPEV y FIJEV
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