España en la encrucijada: A menos viñedo, más producción

Aunque lo peor que uno puede hacer en un sector como el del vino es jugar a ser profeta, todo parece indicar que España tiende a aumentar su producción anualmente con una cantidad menor de viñedo, ecuación que, según algunos analistas, iría en contra de la calidad y en beneficio de la cantidad.
Los estudiosos australianos, por su parte, no están de acuerdo, pues aseveran que cantidad y calidad son términos perfectamente compatibles.
Nuestros vecinos franceses, que algo, mucho, saben de vino, creen que la cosecha española de este año no es una casualidad, aunque sí reconocen que tanto Italia, con una previsión a estas alturas de 46 millones de hectolitros, y su propio país, con algo menos de 44 millones, se sitúan por debajo de lo esperado.
A su juicio, la tendencia en España, con mucho menos viñedo pero con grandes producciones como consecuencia de una reconversión que ha tenido el efecto contrario al deseado por las autoridades comunitarias, es a que esta se convierta a corto plazo en la mayor productora del mundo, un liderazgo que mantendría durante unos pocos años hasta que los chinos, como ha ocurrido en tantos otros cultivos, nos sobrepasen e inunden los mercados con sus producciones.
La idea de la reconversión del viñedo en Castilla-La Mancha, que conllevó el arranque de miles de hectáreas del clon auténtico de cencibel, y no de ese engendro de tempranillo con que los viveristas inundaron el mundo para desgracia de quienes amamos esa variedad; además de cientos de hectáreas de garnachas centenarias en Méntrida y La Mancha, ha servido para causar el efecto contrario al que pretendían los sesudos políticos que optaron por esa opción. Cuando los viticultores se dieron cuenta que el mercado no pagaba mejor sus grandiosos racimos de cabernet sauvignon, merlot, syrah, petit verdot o sauvignon blanc, se tiraron al monte y optaron por volver a la temida airén, que en estos momentos supone cerca de 250.000 hectáreas frente a 72.000 hectáreas de tempranillo, la mayor parte de ellas procedentes del maldito clon inadaptado.
El resultado para los viticultores en un año como este no puede ser mejor. Cientos de miles de remolques de airén en racimos de dos y tres kilogramos, con cepas que llegan a soportar más de 30 kilos de peso, son un buen botín, aunque el precio medio baje, pero la solución puede ser pan para hoy y hambre para mañana si el mercado no encuentra acomodo para todo ello.
La solución no puede pasar por prohibiciones o eliminaciones como algunos apuntan en un arrebato más propio del régimen de Nicolás Maduro que en el de una democracia perteneciente a la Unión Europea, pero sí es conveniente dedicar un tiempo a pensar hacia dónde queremos ir y si nuestra visión de futuro es competir con China en los mercados de la abundancia.
La discusión no es si la producción en su totalidad debe ser embotellada tal y como afirman algunos elaboradores que no desdeñan el granel cuando son ellos quienes lo compran sino cuál es el destino de cada vino y dónde está el umbral de rentabilidad del envasado y dónde el del granel, ya que la tendencia mundial del mercado desde el año 2000, en que se producía un 25% de granel, a la actualidad en que se sobrepasa por poco el 40%, es al crecimiento del vino embotellado en destino. Sin que ello quiera decir que no se equilibren ambos en torno a lo que el mercado mundial, si es que creemos en la libertad de transacciones, decida. Pero, eso sí, no estaría de más que nuestros políticos encargaran a sus mejores técnicos, grandes los hay en todas las Administraciones públicas, un exhaustivo estudio sobre lo que conviene o no estimular.
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José Luis Murcia
Periodista. Miembro de AEPEV-FIJEV.
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Periodista. Miembro de AEPEV y FIJEV
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