¿Es bueno tener muchas marcas?

Se calcula que en España conviven más de 6.000 bodegas y unas 20.000 marcas, lo que hace que haya demasiado dispersión de referencias, a pesar de que tan sólo se recuerden, más o menos bien, medio centenar de ellas, salvo que estemos metidos de lleno en el mundo del vino.

En realidad, lo ideal sería no tener en una bodega más que 3 ó 4 marcas, teniendo en cuenta que nuestros esfuerzos publicitarios y promocionales serían mucho más eficientes, aunque todo esto choca de frente en el caso de que queramos comercializar nuestros vinos en mercados que nos exigen exclusividad, en especial en China, en Rusia y en las repúblicas ex soviéticas.

Por lo tanto, tenemos que elegir un equilibrio óptimo entre nuestra vocación de servicio y la coherencia, dado que un gran número de marcas puede hacer que tengamos demasiados “costes invisibles”, debido a picos de almacenamiento en palés con apenas algunas cajas o que se nos vayan llenando nuestros almacenes de productos auxiliares con elementos específicos para clientes, con todo el riesgo que ello supone, en el caso de que dejen de comprarnos o no hayamos caído en esta cuenta en los “escandallos” correspondientes.

Debido a su indudable importancia, las marcas se suelen gestionar desde la propia Dirección de las bodegas, dado que son un activo importante en su cartera, sin olvidar que muchas marcas, por su salud y trayectoria, pueden valer más que las instalaciones de la propia bodega. En la actualidad, los precios de los agentes de propiedad intelectual que se encargan de comercializar marcas de la clase 33 –o Niza-, específica para los vinos, han bajado bastante el listón en cuanto a precios. En el caso de que optemos por una de estos agentes o empresas especializadas, nos ahorraremos muchos pasos en cuanto a tiempo, porque evitamos los plazos y las posibles reclamaciones en cuanto a nombres.

Está claro que la mayoría de nombres buenos están cogidos. No nos imaginamos las dehesas, marquesados, condados o ducados que hay registrados, cuanto estaba de moda bautizar a los vinos con títulos nobiliarios, algo que ha quedado un poco “carca”, salvo que realmente sean nombres que tengan fuerza. También se suelen utilizar parajes, siempre y cuando no se choque con los intereses de las denominaciones de origen a las que pueden afectar, aunque, lo más curioso, es que muchas de las grandes marcas de vino que conocemos no son más que imitaciones de nombres de competidores. Prefiero omitir algunas de ellas, pero seguro que todos tenemos alguna en mente.

También existe la posibilidad de registrar el nombre y su desarrollo gráfico o solo el nombre. Hay que tener mucho cuidado con “copiar” diseños de marcas que, por cualquier motivo, un cliente nos ha pedido que comercialicemos, teniendo en cuenta que estos conflictos son muy fáciles de recurrir. Desde luego, hay mucho pirata suelto, que suele copiar diseños desechados de los creativos con los que trabajan o directivos que tratan de no sólo llevarse a los clientes, sino que también quieren copiar los diseños o incluso llevarse las marcas.

Al final, como en todo, hay que buscar un equilibrio entre las ansias por vender y entre lo que es recomendable, siempre y cuando dejemos hueco para un diseño digno y pagado, que tengamos una buena ética para no entrar de lleno en un conflicto con la competencia y que atemos bien los cabos para que un cliente no nos deje con miles de cápsulas o corchos timbrados…