En 90 días, vendimiando

A noventa días, más o menos, del inicio de la vendimia, aún no se sabe bien el problema que puede sobrevenir. Al menos, no veo que se esté tomando ninguna medida.
Pero quiero exponer algunas de las posibles para paliar la situación. Paliar, que no arreglar, pues, por desgracia, nadie tiene la varita mágica. Tal vez la naturaleza arregle algo mediante la sequía, o se acabe solucionando a base de tiempo y arranque, nuevamente de viñedos.
Tras unas declaraciones a la prensa en la que se apuntaba a la posibilidad de que hubiera bien una destilación, bien una inmovilización de vinos, hay que apuntar varias cosas:
La inmovilización casi habría que descartarla, ya que puede acrecentar el problema que tenemos debido a que es necesario sacar vino para que entre la cosecha próxima. Así incentivaríamos el almacenamiento de vinos con una calidad general baja, que acabarán peor tras el verano, ocupando un espacio en bodega que puede ser necesario para meter los vinos nuevos. Con ello no se arreglaría la situación actual y podría perjudicar la venidera.
La destilación, por otro lado, puede ser una solución transitoria, quizá la única viable a corto plazo, pero con varias acotaciones. Primero, debe ser una destilación con una cantidad considerable, si lo que queremos es potenciar precios y aliviar problemas, entre 3 a 5 millones de hl. y el producto debería ir a combustibles. Segundo, el precio. Si ponemos un precio barato puede provocar una disminución en los precios del mercado. La destilación solucionaría el problema de los vinos con glucónico y baja calidad, sería la mejor solución para quitarlos del mercado. En estos momentos esos vinos no se quieren a ningún precio. El problema de la destilación, el gran problema, es el montante económico que esto supondría, aparte de destilar en verano, y, dadas las circunstancias, estimo que es insalvable. Hay que tener en cuenta una cosa: una destilación pequeña, y a precio bajo, podría perjudicar más que beneficiar y no solucionaría el problema.
Esta sería una solución para atajar ahora mismo el problema. Pero debemos mirar a largo plazo, ya que si no, nos puede sobrevenir cada año y cada vez será peor.
Cuando estamos a 90 días de comenzar las vendimias lo que oigo es poco menos que escalofriante: posibles precios de uva, incluso la aceptación o no de la uva en bodegas. El problema, señores, puede ser mucho mayor de lo que nos creemos y puede ocasionar desordenes públicos de importancia.
No hay una única medida, sino una batería de ellas para solucionar el problema. La primera, una reducción del potencial de cosecha. El potencial de producción que estamos teniendo aumenta cada año, y seguirá así en los próximos años. Esto es lo primero que hay que atajar.
Una de mis propuestas es pagar uva por calidad, así de claro, pero de una manera drástica. Aunque la uva se pague barata, hay quien sigue haciendo su viñedo rentable, a costa de la calidad de la uva, claro. El agricultor fuerza la viña al máximo, mete abonos, productos, agua y la fuerza mediante podas idóneas para que pueda tener quince, veinte kilos. De esta forma la uva no tiene grado; si es tinta no da color; es herbácea y no tiene calidad. Pero hay a quien le da igual, pues, aunque la paguen barata, con vendimias mecanizadas les sigue siendo rentable. Esto además es ir en detrimento del resto de las uvas. En una cooperativa, por ejemplo, ese tipo de uva perjudicaría a la que viene normal. La rentabilidad de una parra que da 20 kg de uva, con vendimia mecanizada, no es la misma que la que da 3 kg y además se recoge a mano. Solución: que la de los 20 kilos no le sea rentable, pagándole la uva súper barata y poniéndole un límite para que esa viña dé como máximo, por decir una cifra, 10 kilos, que no es poco.
Hoy día medir los parámetros de calidad de la uva es fácil, se puede hacer y tenemos que desterrar, de una manera o de otra, esas producciones tan enormes que tanto nos perjudican. Hay otras formas, y en este periodo lo volveremos a repetir con otros artículos, pero vayamos pensando qué solución se puede dar… veremos.
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Javier Sánchez-Migallón
Director Ediciones Albandea y El Correo del Vino
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