El sumiller fallido
El pasado viernes estuve en el encuentro de Verema en Valencia. Como siempre, intenté catar vinos, pero no hacía más que cruzarme con viejos amigos.
Me encanta este mundo, siempre hay gente que se alegra de verme. Aunque tal vez se trate de gente que ya está contenta antes de verme. Como sea, siempre me alegro de ver a esos viejos conocidos, y de conocer a nuevos amantes del vino.
Una de esas personas que siempre me alegro de ver es mi compañero de firma, Miguel Ángel Martín. Él también escribe en este medio. Al finalizar el evento, él y otros más nos fuimos a un restaurante de moda en Valencia. Al llegar, tuvimos a nuestra disposición a un sumiller. Este chico, con muy buena voluntad y una buena biblioteca de vinos en su memoria, nos hizo los honores. Le dijimos que éramos amantes del vino, y que además contábamos con un presupuesto cerrado por persona. Por tanto, queríamos sorpresas enológicas al precio acordado. La verdad es que nos sacó los vinos a ciegas y después nos contaba la historia de cada uno. Todo un juego del que nos gusta disfrutar.
Primero sacó un vino blanco de un tipo muy característico de vinificación, en donde sus aromas y sabor vienen dados por el proceso al que fue sometido el vino. Precisamente a uno de los comensales no le gustaba este tipo de vinos. Los aromas tan característicos de su vinificación nunca le gustaron. Se lo hicimos saber al sumiller para que lo tuviese en cuenta. Pero parece que no lo entendió muy bien, y con el siguiente vino llegó el drama.
Nos sirvió un vino que poseía el mismo tipo de vinificación, pero cambiando cultivar y país. Como he dicho, los aromas de estos vinos vienen dados por su vinificación, no por la variedad de uva, y mucho menos, por la zona geográfica de donde vienen. Fue como decirle que no nos gusta el queso de cabrales, y nos sacase un queso de Roquefort. Chico, tráeme un queso manchego, o un queso fresco, ¡pero no otro queso con hongos!
No soporto la pedantería en el vino pero, en este caso, le advertimos que no a todos los comensales le gustaban ese tipo de vinos. Así que no cabía en mi lógica repetir otro vino así. Se lo comunicamos nuevamente. Por suerte, el siguiente vino que nos presentó el sumiller fue un gran acierto. Me encanta descubrir cosas nuevas. Salimos del restaurante contentos por la cena y los vinos. Saliendo del local, me topé con el mecánico que tardó cinco semanas en reparar mi coche. Le saludé. No es que me alegrase de verle…
Es que yo ya iba alegre al verle.
Arturo Blasco
Enólogo
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Licenciado en Enología.
Master en Dirección de Marketing y Ventas.
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