El primer ‘influencer’ gastronómico

Aunque habría algunos antes que él, Gonzalo Sol fue pionero. Sus experiencias en aquellos restaurantes de principios de los 70, cuando acababa de volver de Venezuela, llenaron un cuaderno de notas que él convirtió en las primeras guías gastronómicas de España, las guías Sol. Y así entró humildemente en una gastronomía que no era, ni de cerca, el espectáculo y negocio que es ahora. Los cocineros salían de sus cocinas sólo para ir al mercado y los camareros especializados en vino lo eran porque, con esos conocimientos, conseguían hacer más felices a los clientes.

Él siempre defendió una vocación de servir a los demás y ayudó a quienes compartían con él la pasión por la gastronomía. Son muchos los que lo han repetido y agradecido constantemente, como la familia Paniego, que siempre puso en valor que fuera él quien los descubriera, y el primero que habló de su gran casa restaurante en Ezcaray “luego vinieron los demás”. También los sumilleres, que gracias a él brindaron no sólo por el primer curso especializado que se hizo -y se sigue haciendo actualmente- en España, sino por el asociacionismo que hizo crecer la profesión.

Redactar, corregir, rehacer, ampliar y repetir. En este rigor se diferencia de muchos ‘influencers’: era un editor empedernido, incluso consigo mismo.

Fue un entusiasta de la buena mesa, de la conversación que surge en torno a un plato, a un producto, a una receta, siempre intentando buscar la última verdad de cada tema, rodeándose de sabios y expertos que pronto se convertían en amigos. En este aspecto era infalible, y además llevaba el rigor de sus descubrimientos al límite, por lo que sus textos y guiones tenían la misma vida interna que él. Redactar, corregir, rehacer, ampliar y repetir. En este rigor se diferencia de muchos influencers: era un editor empedernido, incluso consigo mismo. Y así sus textos, difíciles de escribir, eran fáciles de leer y, aunque le encantaba la dialéctica, los hacía incontestables, pues, con más o menos poesía, contaban hechos.

Seguramente El gusto del Vino, obra de referencia de la enología moderna que tradujo de Emile Peynaud, además de traerle muchas alegrías y descorches, le inspiró en su obra de la despensa española El Buen Gusto de España:  un repaso por el recetario, así como por la geografía, cultura, ganadería, tradición, pesca y agricultura nacional. Todo esto, unido al disfrute del producto en la mesa, constituyen lo que él insistía en que llamáramos “el hecho gastronómico”. Este “hecho”, tan rico en sabor como en dimensión universal, se transmitía cada fin de semana por las ondas a través del programa de radio Comer, Charlar y Beber, que durante más de 20 años entretuvo a tanta gente. Eran mesas en un estudio de radio, pero eran buenas mesas de amigos, que siempre acababan llenas de copas, platos y restos de delicias que cada tertuliano llevaba para presentar esa semana. Desconocidos muchos de ellos al principio del programa, pero que tras la conversación acababan siendo amigos y les convertía en referencia gastronómica.

El programa de radio «Comer, Charlar y Beber», que durante más de 20 años entretuvo a tanta gente, eran mesas en un estudio de radio, pero eran buenas mesas de amigos, que siempre acababan llenas de copas, platos…

Porque cuando cogía el micrófono no había quien lo parara. Su estado natural, voz y sonrisa para resaltar las cualidades y bondades de lo que tuviera delante, plato, vino, producto o ser. Y cualquier excusa era buena para levantar la copa, porque como decía, “beber un vino sin brindar es… imperdonable”.

Brindaremos, sin perdón. Y seguiremos cuidando y disfrutando de la buena mesa, de la despensa y del hecho gastronómico.

Muchas gracias por tu ejemplo.

Javier Fernández Piera

Director de CPC Cooking Ideas