El mejor tempranillo de Estocolmo
Programar una cata de vinos elaborados con la variedad tempranillo en la ciudad de Estocolmo puede parecer una excentricidad extrema.
Pero fue justamente eso lo que aconteció en la capital sueca la pasada semana.
No se trata, en ningún caso, de un acto promovido por enómanos recalcitrantes en busca del exotismo: la cata de Estocolmo, por la que pasaron cerca de 400 vinos producidos a partir de la tinta española por antonomasia, es un evento de carácter oficial, por raro que parezca. En concreto: fue la quinta edición de primer concurso itinerante internacional consagrado a esta uva, que bien recibe el nombre de Tempranillos al Mundo.
Organizado por la Federación Española de Asociaciones de Enólogos y auspiciado por el Instituto de Comercio Exterior español, este concurso tuvo también como escenario, en las ediciones precedentes, la ciudades de Copenhagen, Colonia, Shangai y París, y cambia cada año de ciudad porque su vocación es promover la cultura de la tempranillo en el mundo.
Los suecos, cada vez más duchos y apasionados en asuntos vinícolas, acogieron con entusiasmo la posibilidad de catar cuatro centenares de vinos elaborados con esta uva y procedentes no sólo de España, sino también de países donde la tempranillo tiene un buen potencial cualitativo, como Argentina, Estados Unidos o Portugal. Así, a lo largo de dos arduas jornadas, catadores suecos, españoles y de otros orígenes –entre los cuales me cuento– analizaron las muestras a conciencia. Pasaron por las copas vinos rosados, tintos jóvenes, de crianza en barrica y ¡hasta un vino blanco nacido de esta uva tinta! Pero no fue este insólito blanc de noirs el vino más exótico, ya que también se presentaron a concurso un tinto tailandés y un rosado griego.
En el podio, sin embargo, los vinos españoles acapararon casi todos los premios. Faltaría más: imagínese el lector el revuelo que se armaría si en un concurso auspiciado por el ICEX triunfara un vino de otro origen. No fue el caso, al menos en Estocolmo. Aquí, la Gran Medalla de Oro fue para un tinto de la Ribera del Duero, el Durón Reserva 2005. Un tempranillo de corte clásico, racial y potente como gustan elaborar los castellanos. En cambio, la diversidad se impuso entre los 46 vinos que obtuvieron una medalla de oro: tintos riojanos y castellanos de perfil moderno, algún navarro, un par de extremeños –uno de calidad notable, el Quo Tempranillo Reserva 2005, de la Ribera del Júcar– varios Vinos de la Tierra y hasta algún representante de las D.O. Arlanza y Cigales.
El único vino extranjero premiado con el oro fue el estadounidense Abacela Tempranillo Reserva 2005. El argentino –de La Rioja argentina– Santa Florentina 2008 se llevó una medalla de plata. En cualquier caso, una cosecha escasa para los vinos foráneos que se apuntan a un concurso con vocación internacional pero donde los españoles tienen, por una vez, el éxito garantizado.
Federico Oldenburg es periodista especializado en vinos y gastronomía. Es asesor de Lavinia y el Grupo Peñín y publica cada jueves sus reseñas de vinos y restaurantes en El Economista.
Original publicado el 31/05/09 en Gastrofilia
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