El caloret, las fallas y el vino
Con la llegada de marzo a Valencia vienen las fallas, Rita con su caloret, las mascletàs y las fiestas en la calle.
El pasado domingo 1 de marzo me invitaron al balcón del Ayuntamiento de Valencia para presenciar la Mascletà. Para quien no sea de Valencia, la mascletà consiste en un pequeño castillo de fuegos artificiales que se hace de día, y dura aproximadamente unos cinco minutos. Diariamente, del 1 al 19 de marzo, a las dos del mediodía se reúnen miles de personas en la plaza del Ayuntamiento solo para presenciar este acto. La gente acude en masa para escuchar estos rítmicos petardos y después se va.
El balcón de la plaza del Ayuntamiento durante la mascletà es un hervidero de famosetes locales, politiquillos y falleras. Yo fui invitado por una televisión local. El propósito era entrevistarme justo después de disparar la mascletà y decir algunas cosas sobre el vino. Como ya era la hora de la comida me hicieron una pregunta que me hizo pensar toda la tarde. Se trataba de la pregunta más tonta para un valenciano:
"¿Qué vino va mejor con la paella?"
Me nació del alma decir de manera escueta que el vino que más te guste. Esta respuesta tan simplona para ciertos sumilleres casposos, es mucho más compleja de lo que parece. Hay que beber el vino que más te guste. Y de la forma que más te guste.
Precisamente los dos días anteriores había estado con un grupo de enólogos amigos cenando y comiendo. Normalmente cuando nos juntamos mezclamos vinos muy dispares, tanto en procedencias, precios, como calidades. Una de las enólogas es una incondicional del vino tinto, y me llamó la atención una de las combinaciones que tuvimos que hacer por su insistencia: nos tomamos una fideuà con tinto. Y olé qué tinto, y olé qué experiencia. Nunca hubiese apostado por este emparejamiento.
Al hilo de estos pensamientos llegué a la conclusión de que hay que hacer estos sacrilegios. Tal vez enfadaré a algún pureta, pero hay que abrirse. No es malo descubrir o volver a viejas formas de satisfacción con el vino. Para mí en verano, por ejemplo, estar cerca de la playa o de la piscina y comer una paella con sangría es sinónimo de buen rollo al máximo nivel. Y qué decir si la sangría está hecha con buen vino.
A veces incluso alcanzo el nirvana.
Arturo Blasco
Enólogo
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Licenciado en Enología.
Master en Dirección de Marketing y Ventas.
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