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Echar la culpa a los demás

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Coyuntura vitivinícola mundial: evoluciones y tendencias
Coyuntura vitivinícola mundial: evoluciones y tendencias

En estos últimos días salen múltiples comentarios, entrevista, artículos con los preparativos de la feria de vinos FENAVIN, multitud de entendidos y gente del vino son entrevistados para dar su opinión y comentar sus experiencias o ideas que tienen sobre el vino.

Veo varios comentarios negativos a la gente, al consumidor, y esto me ha llevado a pensar que quizá nos estemos mirando demasiado nuestro propio ombligo. Vemos la paja en ojo ajeno, creyéndonos en en posesión de la verdad, sin estudiar detenidamente el entorno, cuando, tal vez, los primeros culpables seamos nosotros mismos.

Hace falta educación, hay que enseñar, el consumidor necesita evolucionar. Perdemos consumidores a diario. Vemos que en el resto del mundo el consumo crece, que países como Dinamarca, Irlanda o Bélgica consumen más vino per cápita que nosotros.

Y para que el consumo no muera la educación es fundamental. Al igual que antes de regalar un libro hay que enseñar a leer al que vaya dirigido el regalo para no acabe adornando una librería o compensando la pata coja de una mesa. Pero no me refiero a enseñar en materia de doctorado, no. Hay que expresar las bondades: una bebida sana  que es cultura, tradición e historia; que sólo tiene que gustar a quien lo pruebe, no hay que ir más allá, es una bebida agradable y alimento natural de la dieta mediterránea.

Sin embargo, en muchas de las etiquetas de esos vinos nos empeñamos en describir colores, aromas y sabores, cuando el común de los mortales, a la hora de probar ese vino puede hacer normalmente dos cosas: bebérselo sin hacerle caso para decir si le gusta o no; o bebérselo, mientras lee las descripciones sin sacar el aroma a monte bajo, ni el sabor a cuero viejo. Palabras que le suelen producir una sonrisa o el desencanto por el vino. Y es que en lugar de allanar, muchas veces parece que le ponemos piedras en las ruedas a la gente para que no avance.

Nos empeñamos en decirles, en dirigirles hacia lo que está bueno o no está bueno y parece que si un vino es fácil de beber y gusta, es que no es un entendido. Volvemos a echar la culpa a los demás. Si le gusta ese vino, ese es y no otro el que hay que proporcionarle. Una cerveza es menos complicada, por decirlo de alguna manera, y estando fresquita y teniendo un sabor agradable basta. Sin todas las complicaciones que tiene o queremos ponerle al vino.

Volvamos a analizar los consumos y a los consumidores, ver qué vinos les gustan. Tenemos la gran suerte de poder hacer de todos: vinos contundentes, tintos con crianza, cuerpo y graduación, vinos jóvenes, afrutados, de baja graduación alcohólica. Ahora está muy de moda en el mundo entero los espumosos. ¿No creen que un buen espumoso, fresco, sin excesiva graduación, le puede hacer la competencia a la cerveza? Yo sinceramente creo que sí. Pero aquí parece que seguimos empeñados en utilizarlo para la Navidad o alguna otras celebración.

Analicemos al consumidor sin culparlo. Debemos ver qué le gusta y ofrecérselo. Ese, sin duda, es el camino.

 

 

Javier Sánchez-Migallón  
Javier Sánchez-Migallón
Director Ediciones Albandea y El Correo del Vino

 

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