¿Desde qué edad nos gusta el vino?
Muchos de ustedes se habrán dado cuenta: cuando se es joven, a la mayoría no les gusta el vino; luego, les encanta.
Pongo mi ejemplo, por no hablar de otros. En mi casa, siempre ha habido una botella de vino en la mesa a la hora de comer y cenar. Siempre, en la familia, hemos estado íntimamente ligados al mundo del vino y su cultura; en mi casa siempre se ha consumido vino. Incluso recuerdo cómo, cuando yo era pequeño, mi padre me mandaba al bar de al lado a por vino con una botella vacía, si por alguna razón faltaba en casa.
Era una casa donde se vivía del vino, se hablaba bien del vino y se promocionaba el vino. Sin embargo, he de reconocer que de joven, no me gustaba el vino, y lo intentaba, ya que lo tenía a mano, pero casi hasta los 30 años, esto no cambió.
Hoy me sucede todo lo contrario, no comprendo cómo puede haber gente a la que no le guste el vino. En mi mesa, por supuesto, en cada comida hay una botella de vino en la mesa, de la cual, como antes me pasaba a mí, mis hijos no beben. Hacen lo mismo que hacía yo: lo prueban a menudo, pero no les termina de convencer. Y eso que cuando doy catas por la zona se suelen venir, porque les gusta el mundo del vino y la cata, pero luego, aparte de alguna vez que les digo probad este o ese vino, no lo suelen beber. Sin embargo, el mayor sí me pide ya alguna botella de vino para llevarla a su piso de estudiante y beberla con los amigos; comienza a gustarle el vino.
Para saber si era un caso singular, o algo más generalizado, he preguntado a amigos y conocidos, consumidores habituales de vino, y, en esta pequeña muestra, en más del 90% de los casos les pasaba lo mismo. Entre los 18 y 25 años a ni uno solo le gustaba el vino, de ahí para arriba empezaba a gustar, y en el tramo de más de 28-30 años, hay una gran afición, cada vez mayor, por el vino, su mundo y variedad.
Escribo esto a modo de reflexión, por supuesto que habrá casos de más jóvenes que les guste el vino, como dicen “la excepción confirma la regla”, pero a una inmensa mayoría de nuestros jóvenes no les gusta el vino hasta que no cumplen una cierta edad. Por otra parte, no considero “gustar el vino” a lo que hacen con los cartones en el botellón, los calimochos, aunque quizá sea un inicio, pero me refiero al consumo, moderado y habitual en comidas, en casa, etc.
Desconozco el motivo, no sé si será por algo físico, o por algún otro motivo, que se pueda estudiar para saber el porqué de esto. Pero si se fijan suele ser habitual. Miren en bares, casas, consulten a amigos y ya verán.
Yo, ahora, cada vez que disfruto de una copa de buen vino, sinceramente, no me explico cómo tal maravilla pudo, durante un tiempo, no gustarme. Y no encuentro respuesta razonable.
Javier Sánchez-Migallón
Director Ediciones Albandea y El Correo del Vino
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