De modas, tendencias y tonterías variopintas en el mundo del vino
Hace apenas un decenio, Robert Parker y sus seguidores, muchos a nivel mundial, decidieron que un vino solo podía ser excelso si contaba con un cuerpo más robusto que el Increíble Hulk, con un paso por roble contundente, con variedades internacionales mundialmente reconocidas en las que mandaba el gusto bordelés con la cabernet sauvignon y la merlot como buques insignia y, si era posible, que tuviera un grado elevado y que te hiciera levantar de la mesa, tras degustarlo, con el exquisito vaivén que llevan los chulos al pasear.
Pero cosas del destino, la moda comenzó a torcerse, los consumidores empezaron a pedir vinos mucho más ligeros, con escasa madera y mucha fruta y con variedades autóctonas o bien adaptadas a su origen que les permita luchar contra la globalización del gusto. Y no son pocos los gurús que se han apuntado a la moda.
Como Saulo caído del caballo, y reconvertido al Señor tras matar cristianos a cascaporrillo, los nuevos gurús comenzaron a descubrir los vinos de la Ribeira Sacra, los tintos gallegos de Monterrei, Ribeiro o Valdeorras, los grandes vinos canarios, el uso de la variedad callet en Baleares… Como si antes no hubieran existido, como si hubieran caído del cielo durante el sueño de una noche de verano.
A la par, la moda de los vinos naturales (no sé si el resto son artificiales) causa furor entre los consumidores más sibaritas, supuestamente entendidos y frikis. Son lo último de lo último. Como bien decía Nicolas Joly, padre de la biodinámica moderna, aún no sé qué es un vino natural. Y es que no hay reglamento que los sustente. Imaginemos, como hace el genial Joan Gómez Pallarés, que un vino natural es el que tiene la más mínima intervención de la mano del hombre y no utiliza sulfitos o lo hace en cantidades casi imperceptibles. En ese capítulo, como en todos los demás, nos encontramos vinos buenos, regulares y malos. Y en algunos casos, por aquello de que la acidez volátil no es un parámetro importante, con excelentes productos para aliñar ensaladas.
Y es que, en el mundo del vino, como ha ocurrido siempre, hay tendencias, importantes porque las crea el consumidor que es quien paga los vinos; no el crítico ni el gurú que los recibe gratis, para luego hablar de ellos con una elevadísima dosis de tontería, pedantería y petulancia que obstaculiza más que aporta al prestigio del sector.
Periodista. Miembro de AEPEV y FIJEV
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