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Cuidado con las guerras comerciales

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Ocurre a menudo que las legislaciones nacionales permiten el uso de sustancias que chocan con la legislación comunitaria o con la internacional.

Hace aproximadamente un mes, agentes de Sanidad del Gobierno alemán detectaron en algunas partidas de vino, procedentes de Argentina, restos de natamicina, un antibiótico con efectos antifúngicos que se utiliza habitualmente en la producción de alimentos, especialmente en las cortezas de embutidos o quesos, pero que en la Unión Europea está totalmente prohibido su uso en el sector vitivinícola, así como en la importación de vinos que contengan esta sustancia. Este hecho, aparentemente anecdótico, muestra la necesidad de una uniformidad de la legislación internacional, que ya debería existir con las recomendaciones de la Organización Internacional de la Viña y el Vino (OIV), que evite las guerras comerciales que podrían estarse gestando.

Los residuos de nataminicina encontrados, bien es verdad, no significan un peligro para la salud del consumidor, según se apresuraron a aclarar las autoridades germanas, pero sí insistieron en que son sustancias prohibidas por la legislación comunitaria y, por tanto, no deben estar ahí. Los alemanes analizaron un total de 237 muestras de vinos procedentes de Chile, España, Estados Unidos, México y Sudáfrica y únicamente encontraron restos de este fungicida en algunos vinos procedentes de Argentina, hecho que ya fue denunciado, en primer término, en el mes de diciembre de 2009 cuando fueron retirados de las estanterías de los comercios algunas partidas de vino procedentes de Argentina.

Este hecho se repitió a mediados de enero cuando las autoridades del Estado de Baden Wurttenberg detectaron restos elevados del antibiótico natamicina en siete de los 42 vinos procedentes de Argentina por lo que ordenaron su retirada inmediata de los puntos de venta. El problema, al parecer, ha surgido porque esta sustancia, no autorizada no sólo por la Unión Europea sino tampoco por la OIV, sí se emplea en Argentina en limpieza de envases y bodegas, ya que lo permite su legislación. De hecho, el especialista francés Pascal Chantonnet, a quienes acudieron las autoridades argentinas para solicitar su ayuda en la investigación interna iniciada a raíz de saltar el escándalo, ha confirmado que la natamicina encontrada puede tener su origen en el uso de productos empleados en la desinfección de bodegas, botellas o tapones, por lo que podemos encontrarlos incluso en productos adscritos a la categoría de orgánicos o ecológicos.

Algún periódico latinoamericano como Jornal do Brasil, en información que recoge Diario del Vino, indica que Susana Balbo, presidenta de Vinos de Argentina, ha pedido a las bodegas que extremen sus precauciones y dejen de usar el detergente conocido como NAT 3000, ya que contiene el fungicida, para la limpieza de envases y barricas.

El uso de la natamicina ha afectado de forma considerable a bodegas importantes de la región de Mendoza y de la Patagonia, así como a dos vinos sudafricanos muy populares en el circuito internacional, y puede desencadenar una guerra comercial en unos momentos de crisis económica que podrían afectar gravemente al sector del vino.

Ocurre a menudo que las legislaciones nacionales permiten el uso de ciertas sustancias que chocan con la legislación comunitaria o con la internacional emanada de la OIV y, en otras ocasiones, son las legislaciones de los bloques económicos quienes tienen sus propias normas que confrontan con la de sus socios comerciales. Aunque parece que en un mundo cada vez más globalizado y con mayor tendencia a la apertura comercial estos hechos no deberían darse, lo cierto es que no sólo se producen sino que, de manera retorcida, se utilizan como arma comercial para perjudicar a la competencia.

Por eso, el problema acaecido en Alemania con los vinos argentinos debe ser tratado de forma diplomática y con mucho tiento, ya que, si no se hace así, puede desembocar en una guerra comercial de consecuencias imprevisibles. De todos es sabido, que el hallazgo de restos insignificantes de fitosanitarios en productos hortícolas españoles ha servido a operadores holandeses o escandinavos a cerrar el grifo de las importaciones almerienses a favor de sus producciones de temporada, más caras y menos competitivas. Ahora que el problema se produce entre Argentina y un país de la Unión Europea debemos tener la precaución de que las autoridades argentinas no nos la devuelvan con el vino o cualquier otro producto alimentario en cualquier momento, ya que nadie está libre de pecado en el comercio internacional.

Como siempre ocurre, el uso indebido de la natamicina no sólo ha servido para que las autoridades alemanas, de forma silenciosa, retiren de los lineales de las tiendas un producto que, según nuestra legislación, no debe estar en el vino sino para provocar un escándalo internacional, que va a tener, sin lugar a dudas, su repercusión en las ventas de vino argentino en Europa. Y debemos estar preparados para afrontar aquel dicho popular de “donde las dan, las toman” porque en los intercambios comerciales, y especialmente en los referentes al sector agroalimentario, nadie está libre de pecado y es casi seguro que nadie está dispuesto a lanzar la primera piedra, no sea que ésta, por influencia de la cultura australiana, se nos vuelvan en contra como un boomerang.

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