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Alcoholeras, vinos y subproductos no vínicos

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Ya ocurrió en 2012 cuando la cosecha en España se había venido abajo. Y con anterioridad, entre los años 1992 y 1995. Las alcoholeras se las vieron y desearon para conseguir vino y orujos con los que satisfacer sus demandas. En este tiempo, y concretamente en 2012, las alcoholeras tuvieron que acudir a otros mercados para satisfacer sus demandas.

Unos años antes, y como consecuencia de los vaivenes de precios producidos, además de por la presión francesa, las alcoholeras consiguieron completar sus destilaciones con melazas procedentes de otros subproductos no vínicos como la caña de azúcar. A ello ayudó, en buena medida, la presión en los precios de 2012.

Y como la vida da muchas vueltas, solo un año después, en 2013, en que la producción estimada de vino y mosto alcanzó la cifra inimaginable de 53,5 millones de hectolitros, las alcoholeras se tomaron con tranquilidad la compra de vino en un año en el que, además, sobraba vino en todo el mundo. Si el año anterior, claro está, las bodegas habían estado remisas a vender vino para la obtención de alcohol para uso de boca, doce meses después el escenario fue justo el contrario, eran las bodegas las que clamaban al cielo porque las alcoholeras no les compraban vinos ni orujos.


En 2017 se elaboraron un total de cuatro millones de hectolitros de alcohol para uso de boca y se ha llegado hasta los 7 millones de hectolitros.


Las alcoholeras aducen que el uso de subproductos está más que justificado, ya que hay años en que, por escasez de la materia prima, por su alto precio o por ambas cosas, es imposible satisfacer su actividad ordinaria. Consideran, además, que la retirada de subproductos no solo es gratuita, algo que no ocurre en otros países, sino que además se paga a las bodegas por ello.

La realidad es que la actividad alcoholera es muy importante para España, en general, y para el sector del vino en particular, ya que en 2017 se elaboraron un total de cuatro millones de hectolitros de alcohol para uso de boca y se ha llegado hasta los 7 millones de hectolitros, una cantidad que viene muy bien al sector vitivinícola.

La mayor parte de las alcoholeras se ubican en Castilla-La Mancha que agrupa a un total de 20, pero las cuatro que elaboran en Tomelloso acaparan el 60% de la producción nacional. Sus responsables mostraban estos días en el diario La Tribuna, de Ciudad Real, su preocupación para esta campaña, ya que la cosecha de vino ha sido escasa a nivel mundial, no como ocurrió en 2012 que afectó sobre todo a España.

Las operaciones de exportación realizadas por las alcoholeras entre agosto y diciembre de 2017 cayeron un 38% desde los 46 a los 28 millones de euros, eso sí con un precio elevado de 3,02 euros el litro. Portavoces de las mismas alcoholeras consideran que la compra de vino puede caer entre un 50% y un 80%, según opiniones de unos u otros, aunque lo que sí parece seguro es que todos están a la espera de noticias del hemisferio sur antes de una precipitada toma de decisiones.

 

José Luis Murcia

 
José Luis Murcia
Periodista. Presidente de AEPEV-FIJEV.

 

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