A vueltas con el TTPI y el pirateo de las denominaciones de origen
Cuando España se incorporó a la Unión Europea, entonces Comunidad Económica Europea, hace ahora 30 años, se encontró con que algunos de los socios más importantes del excelso club, Reino Unido e Irlanda, y otro aspirante a serlo, Chipre, elaboraban Sherry, es decir Jerez, con los respectivos apellidos British, Irish y Cyprus.
Las autoridades españolas, claro está pusieron el grito en el cielo, y con un periodo transitorio logramos que esa fea costumbre desapareciera. Esa batalla la lleva dando el Champagne desde tiempo inmemoriales con desiguales resultados, ya que lo único que hasta ahora ha funcionado son las negociaciones bilaterales entre los países afectados en el seno de la Organización Mundial de Comercio (OMC).
Y es que si lo que hacían estos países comunitarios es censurable desde cualquier punto de vista, máxime cuando todos ellos disfrutan de la figura de las denominaciones de calidad en sus respectivas legislaciones, el asunto se complica en los denominados países del Nuevo Mundo, formados todos ellos por emigrantes de diversos orígenes. En un viaje de trabajo a Australia, hace una decena de años aproximadamente, un bodeguero me llevó a visitar el mercado de abastos de Adelaida y le pregunté cuántos tipos de queso elaboraban en el país. Me contestó que más de cuarenta y me nombro, entre otros: Brie, Cammembert, Stilton, Cheddar, Manchego…Cuando hablamos de embutidos aludió al Jamón de Parma y la Mortadela de Bolonia y en vinos mentó Jerez, Oporto, Madeira, Champagne…Ante mi perplejidad, él me indicó que los australianos son emigrantes que han llevado hasta esa tierra las costumbres de sus ancestros, las ponen en práctica y les dan el nombre que porta esa forma de hacerlo. Aducen que no hay legislación que se lo prohíba y, además, les parece justo y lógico.
Viene a cuento esta explicación tras las filtraciones sobre la negociación entre la Unión Europea y los Estados Unidos del Tratado de Libre Comercio e Inversión (TTPI) en el que recogen que el gigante americano quiere continuar usando el nombre de diversas denominaciones de origen, no reconocidas por su legislación como ajenas, tales como Jerez, Málaga, Marsala, Borgoña, Tokay o Champagne…
Desde nuestra mentalidad europea y nuestra lucha a favor de las denominaciones de origen, esta decisión nos parece de una injusticia manifiesta, pero la realidad es que la única forma de luchar contra esa piratería legal es la negociación, nos guste o no. Las posibilidades de acuerdo se antojan harto difíciles ante legislaciones tan diferentes como la norteamericana y la europea. En el medio hay asuntos tan sensibles como los Organismos Modificados Genéticamente (OMG), que tanto sarpullido levantan en Europea pese a que la mayor parte de la comunidad científica es favorable a su uso; el comercio de carne hormonada, en el que, a diferencia del anterior, la comunidad científica europea es contraria mayoritariamente…y, sobre todo, la decisión de Estados Unidos de no indicar con claridad en su etiquetado si el producto es transgénico u hormonado.
La verdad es que la negociación, a cara de perro, va ser difícil. Pero que Estados Unidos, u otros países, dejen de utilizar el nombre de denominaciones de origen consolidadas durante años y con un reglamento claro en la UE, solo pasa por el acuerdo de ambas partes. Y la tarea no es nada fácil.
Periodista. Miembro de AEPEV y FIJEV
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