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A vueltas con el Enoturismo

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Las bodegas, museos, enotecas y establecimientos adheridos a las Rutas del Vino de España recibieron más de 2,2 millones de visitantes el año pasado. Y eso sin tener en cuenta que la principal zona de producción de nuestro país, Castilla-La Mancha, inexplicablemente está fuera de este entramado enoturístico y que, por ejemplo, la DOC Rioja -que ahora lo considera como un eje estratégico- se subió al carro en el último lustro.

El Marco de Jerez es, sin duda, el principal referente de nuestro país, en un contexto internacional en el que, por ejemplo, han surgido parques temáticos en torno al vino en San Francisco o en el que acaba de abrir sus puertas la Ciudad del Vino de Burdeos.

Estos fueron algunos de los datos que se pusieron en común en el I Foro de Enoturismo de la Cámara de Comercio de Ciudad Real, una iniciativa en la que colabora la Diputación Provincial y que pretende vertebrar, de nuevo, la participación plena del “mayor viñedo del mundo” en todo tipo de propuestas que ayuden a dinamizar la puesta en valor de las bodegas y el conjunto de establecimientos que están implicados en este tipo de turismo gastronómico.

Como sinsentido mayor, Ciudad Real, sin tener ninguna ruta homologada, acapara la presidencia técnica de ACEVIN y surte a numerosos puntos del país de los técnicos que supervisan y homologan las propuestas enoturísticas de otras muchas zonas. Yo mismo trabajé desde el 2000 a 2003 en los inicios de “Caminos del Vino de La Mancha” y fui testigo de la creación de entes de bodegas como “Divinum Vitae” y me cuesta creer que tras más de 15 años de trabajo, estemos de nuevo, como en el parchís, en el punto de salida.

Y, siendo un amante del enoturismo en diversas zonas y con todos mis respetos, en Castilla-La Mancha hay numerosos recursos para que fuera una de las puntas de lanza de este tipo de turismo, que surge del interés de los amantes del vino por conocer los sitios donde se elabora su bebida preferida, porque, y en eso diferí de uno de los ponentes, dar valor a los vinos es, en mi opinión, una consecuencia y no una causa.

El primer recurso es el propio paisaje, porque hay zonas que son mares verdes en zonas que, en caso contrario, serían auténticos desiertos, y deberían tener algún tipo de reconocimiento por la UNESCO. Pueblos como Tomelloso, Villarrobledo o Socuéllamos, entre otros muchos, están minados de hectáreas y hectáreas de viñedo, constituyendo en sí mismo un importante reclamo para los turistas que, por ejemplo, transitan por la “Autovía de los Viñedos”. Sí, que tiene menos glamur que la “milla de oro” en Valladolid, pero que también se hicieron sus pinitos y vemos construcciones llamativas como Bodegas Lahoz o Aresan, esta última desgraciadamente durmiendo el sueño de los justos.

Y luego tenemos muchísimas bodegas, museos, fiestas populares, enotecas y una importante gastronomía y atractivos culturales ligados a Cervantes que nos hace ser un potencial reclamo para cientos de miles de visitantes, con todo el desarrollo endógeno que ello conlleva.

Lo que no me vale es que se esgriman Q de Calidad Turística y luego vayas a establecimientos en los que no se saben idiomas, no se facilita el aparcamiento a los visitantes o se les da una degustación de vino en vasos de plástico, porque para mí esas distinciones pueden tener menos valor que una etiqueta de Anís del Mono, teniendo en cuenta que se paga por conseguirlas.

Mientras que no nos pongamos en el lugar de nuestros visitantes, señalicemos, hagamos productos turísticos concretos, las instituciones colaboren y los agentes locales y no nos centremos en facilitar experiencias a los visitantes, no podremos desarrollar todo el potencial del 51 por ciento del viñedo nacional, el 9 por ciento del viñedo europeo y el 7 por ciento del viñedo mundial.

A mí me perdonarán, pero lo que oigo del enoturismo en la actualidad es lo que oía a final de la década de los 90, cuando empecé a trabajar profesionalmente en el mundo del vino y donde me di cuenta del arte con el que nos cocinaron a un grupo de profesionales en Chiclana de la Frontera unas lubinas cogidas al momento con las brasas de lo que decían que eran unas duelas de una cuba. Allí todos empezaron a decir que la lubina sabía al vino de la zona, a pesar de que pregunté al que estaba cocinando para nosotros y me contó que era leña normal, aunque pusieron una cuba desarmada allí y, desde entonces, todo el mundo se cree que es verdad.

Experiencias, cosas distintas, cubrir necesidades de los visitantes eso es lo que espero que la Cámara de Comercio de Ciudad Real, con su gerente José María Cabanes a la cabeza, sea capaz de canalizar para que no estemos siempre hablando de lo mismo.

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