¿A dónde van las denominaciones de origen?
A raíz de la polémica surgida en Rueda sobre si sus vinos continúan teniendo, en líneas generales, un alto nivel de calidad como hasta hace poco o se han decantado por la oferta de vino de supermercado, o las constantes alusiones a que Rioja o Cava exportan vinos y espumosos, respectivamente, con destinos a lineales donde se venden por debajo de los dos euros, surge la inevitable pregunta de hacia dónde quieren caminar las denominaciones de origen españolas.
En estos momentos, las autoridades comunitarias, sin prisa eso sí, que las prisas no son buenas, están revisando una por una todas las denominaciones de origen de los 28 con la finalidad, según aseguran, de reducir su número, ya que muchas de ellas, y tienen razón, no cumplen con las expectativas de singularidad que ellas mismas dicen tener.
Tanto en España, como en Francia o Italia, existen un buen número de denominaciones de origen que responden claramente a una singularidad, ya sea de variedades, terruño o forma de elaboración, pero también existen otras que sólo se sostienen en pie por la decisión de algún político de hacer que los productos de su tierra (vinos, aceites, quesos o cualquier otro producto agroalimentario) sean diferentes a los demás, sí o sí, aunque no lo sean.
Ya en los años 90, Italia, uno de los paraísos de las denominaciones de origen en vino, sufrió una importante crisis cuando grandes bodegueros como Angelo Gaja o Antinori decidieron hacer sus vinos más singulares fuera de las DO al considerar que no les aportaban nada o que ponían cortapisas al trabajo de sus enólogos. Esta situación se ha repetido en España con la aparición de la figura de Vinos de la Tierra, a la que se han adherido muchas bodegas, ya que tanto por número de variedades autorizadas como por prácticas enológicas permiten una libertad de acción con la que no cuentan la mayoría de las DO.
Y ahora viene la pregunta más importante: ¿cuáles de ellas han otorgado una clara notoriedad a las marcas? Pues está claro que Rioja tiene un amplio fondo de comercio que va desde las grandes marcas a esos vinos de supermercado de los lineales europeos, algo que también ocurre con Jerez, por historia, y con Ribera de Duero por su protagonismo de las tres últimas décadas. Comienza a imponerse Rías Baixas en blancos, mantiene Valdepeñas cierta ascendencia en la gama de vinos más económicos en restauración y queda en el aire el futuro de Rueda.
El resto de las DO tienen sus pros y sus contras. Algunas, como Manchuela, cuentan con ciertas dosis de libertad y poco a poco van ganando terreno desde su modestia, pero también desde el trabajo bien hecho, la apuesta por la calidad y la singularidad y el digno comportamiento de grandes bodegas y cooperativas de la zona. Hay otras que trabajan bien de manera callada y otras donde las interferencias políticas les hacen más mal que bien. Es, pues, el momento de tener claro el modelo y posicionarse bien. Sin olvidar que el mayor patrimonio de un vino es su marca y la legión de seguidores con que cuenta.
José Luis Murcia
Periodista. Miembro de AEPEV-FIJEV.
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Periodista. Miembro de AEPEV y FIJEV
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