Negros nubarrones acechan también al mercado mundial del vino
La invasión de Ucrania por parte de la Rusia de Putin, los efectos de la pandemia del COVID-19, el elevado precio de la energía, la inflación que asola a Occidente y las faltas de perspectivas optimistas a corto plazo son algunos de los nubarrones que planean también sobre el sector del vino, un problema que arranca con fuerza en la crisis que asola, sobre todo, al sector primario y que, por efecto rebote, repercute en el grueso de la sociedad. Si a todo ello unimos la sequía que azota desde hace tres años a parte del área mediterránea, tenemos todos los ingredientes para una tormenta perfecta.
Los datos de mercado exterior del vino no son en principio desalentadores, ya que recogen el efecto recuperación pospandemia, con las ganas de vivir y salir adelante. Un adelanto de esos datos, por boca del director general del Observatorio Español del Mercado del Vino (OeMv), Rafael del Rey, indican récord mundial de ventas con cerca de 110 millones de hectolitros y 34.462 millones de euros y un excelente precio medio de 3,14 euros el litro.
Los datos de España han sido muy buenos con 22,99 millones de hectolitros, pero no en valor donde se alcanzaron los 2.879 millones de euros por los 7.061 millones de euros de Italia, según información de Il Corriere Vinicolo, y 21,95 millones de hectolitros, mientras Francia vendió en el exterior 14,6 millones de hectolitros por 11.100 millones de euros, a un increíble precio medio de 7,60 euros el litro.
El incremento de costes, que están asumiendo viticultores y bodegas es uno de los principales problemas del sector.
¿Y qué está ocurriendo que pueda echar por tierra estos buenos datos? El primer gran problema es el incremento de costes que están soportando a la par viticultores y bodegas. El aumento de precios de luz y gasóleo, fertilizantes y productos ecológicos, maquinaria, transporte, fletes, botellas, cápsulas, etiquetas y cajas, así como su casi imposible repercusión en el precio de venta, pone a ambos gremios en una situación más que complicada.
La buena marcha del mercado comienza a chocar con problemas claramente localizados, pero que se pueden extender. Por un lado, la incipiente recuperación del mercado chino podría verse refrenada con la aparición de nuevos brotes de covid y la política de confinamiento del gigante asiático.
España ha pasado de vender a Rusia 65 millones de litros en 2019 a 676.000 litros el pasado año.
El mercado ruso y el de los países limítrofes van a verse claramente afectados por la guerra. Con anterioridad, Rusia, en un claro ejercicio de nacionalismo, prohibió con su nueva Ley del Vino la importación de vinos a granel para teóricamente desarrollar una producción nacional, que apenas llega a los 5 millones de hectolitros, obviamente insuficiente para sus necesidades. Esta maniobra choca frontalmente con la realizada hace unos años para frenar el alcoholismo con información cultural sobre consumo responsable del vino frente a los efectos adversos de otros alcoholes de mayor graduación como el vodka. La realidad es que Rusia ha pasado de comprar 157 millones de litros de vino a granel en 2017 a 3,5 millones de litros en 2021. Y España, de vender 65 millones de litros en 2019 a 676.000 litros el pasado año.
Los países de alrededor se van a ver también irremediablemente afectados: como Bielorrusia que ha pasado de comprar algo menos de uno a 7,5 millones de hectolitros de vino a granel; Ucrania, de 278.000 a más de 3 millones de hectolitros; y Lituania que también pasó de menos de un millón de hectolitros a 3,2 millones.
Ante una nueva situación de crisis, la solución pasa por dar un paso adelante en la promoción y asistencia a ferias internacionales, ya que lo que no se comunica no existe. Y el vino no es una excepción.
Periodista. Miembro de AEPEV y FIJEV
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