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La poda de la vid: cuando el invierno prepara la próxima copa de vino

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El viñedo huele a tierra mojada y silencio. Las hojas ya se han marchado con el otoño, y las cepas parecen dormidas bajo el frío. Sin embargo, estos meses de reposo son todo menos tranquilos: es tiempo de poda, una de las labores más importantes (y a menudo más poéticas) del ciclo de la vid.

El arte de cortar para que la vida siga

Podar es, en esencia, ayudar a la planta a renacer. Durante el invierno, los viticultores recorren las hileras con tijeras en mano, eligiendo cuidadosamente qué ramas dejar y cuáles eliminar. No es un gesto mecánico: cada corte decide el futuro de la cepa y la calidad de la uva que dará en la próxima vendimia.

“Cuando podas, piensas en el vino del año que viene”, comentan diversos viticultores de distintas zonas de España. “No se trata solo de recortar, sino de entender lo que la planta te está diciendo”.

Un calendario que marca el pulso del campo

La poda se realiza entre noviembre y febrero, cuando la vid entra en su descanso invernal. Es el momento ideal: la savia está detenida, las hojas han caído y la planta puede soportar los cortes sin sufrir.
En los climas más fríos, se espera hasta el final del invierno para evitar daños por heladas; en los más templados, se empieza antes. Cada región y cada viticultor tiene su propio ritmo, heredado de generaciones.

Diferentes estilos, un mismo propósito

No todos los viñedos se podan igual. En las zonas secas del centro y sur de España se utiliza la poda en vaso, que da a la cepa una forma baja y redondeada, ideal para proteger los racimos del sol y del viento.

En las regiones más húmedas o frescas, como Rioja o Galicia, predomina la poda en espaldera, donde las cepas crecen guiadas por alambres.

En algunas fincas se emplean métodos más técnicos, como la poda Guyot, que favorece la renovación constante de la madera.

Sea cual sea el estilo, el objetivo es el mismo: mantener el equilibrio entre el vigor de la planta y la cantidad de uva que producirá.

Tradición y modernidad en las tijeras

Aunque la poda sigue siendo un trabajo manual, la innovación también ha llegado al viñedo. Hoy, muchas bodegas aplican la llamada poda respetuosa, que busca alargar la vida de las cepas y evitar enfermedades de la madera.
Algunos viticultores usan incluso sensores o drones para planificar los trabajos según el clima y la humedad del suelo. La tecnología, en este caso, se pone al servicio de la tradición.

La sabiduría de los podadores

Los buenos podadores son los auténticos artesanos del vino. Saben leer la forma de cada planta, su historia y su fuerza. Podar no se aprende en un día, hace falta tiempo, paciencia y cariño. Las cepas, si las tratas bien, te lo devuelven en la copa.

El primer paso hacia un gran vino

La poda marca el inicio de un nuevo ciclo. Cada tijeretazo es una promesa de brotes verdes, de racimos futuros, de aromas que aún no existen. Mientras los viñedos descansan bajo el cielo invernal, el vino del próximo año empieza a escribirse, en silencio, entre los dedos del podador.

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