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La paradoja de borgoña 2025: Excelencia en la copa, crisis en el viñedo

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La añada 2025 en Borgoña se consolida como un espejismo vitivinícola: mientras la calidad alcanza cotas excepcionales, la producción se desploma hasta niveles alarmantes. Los viticultores, enfrentados a su tercera cosecha escasa en cinco años, navegan entre la satisfacción por unos vinos «magníficos» y la preocupación por un futuro donde escasearán las botellas. Esta dualidad define una campaña donde la naturaleza ha premiado con uvas de gran concentración y frescura, pero castigado con volúmenes que no superan, en muchos casos, los 35 hectólitros por hectárea.

La vendimia más temprana de la historia reciente revela la aceleración fenológica que sufre la región. Una primavera lluviosa seguida de una ola de calor en agosto marcó el ritmo de un ciclo vegetativo complejo. «Las uvas ganaron tres grados de alcohol entre el 8 y el 15 de agosto por evaporación y concentración», explica Céline Fontaine de Domaine Fontaine-Gagnard. Este estrés hídrico, aunque perjudicial para la cantidad, concentró aromas y acidez, creando vinos de perfil vibrante y taninos sedosos.

La geografía borgoñona muestra notables diferencias. Mientras Chablis y Yonne reportan cosechas «heterogéneas» pero aceptables, el Mâconnais sufre pérdidas catastróficas del 80%. En la Côte d’Or, los suelos calcáreos drenantes sufrieron más que los arcillosos, y la Côte de Nuits se recupera parcialmente de la mala cosecha de 2024. Esta diversidad microclimática subraya cómo el mismo año vitivinícola puede escribir relatos completamente distintos en viñedos separados por pocos kilómetros.

Con existencias en mínimos históricos tras las escasas cosechas de 2021 y 2024, la añada 2025 no bastará para recomponer stocks. «Creo que va a haber una escasez grave de blancos en el mercado en los próximos dos años», advierte Fontaine. Esta situación plantea un dilema existencial: ¿cómo mantener la accesibilidad de unos vinos cuya demanda global crece (las ventas aumentaron un 5,6% en volumen este año) cuando la oferta se reduce drásticamente?

La paradoja borgoñona refleja un desafío global. Mientras bodegas como Domaine des Lambrays innovan en técnicas de vinificación para maximizar la calidad disponible, el sector debate su modelo de negocio. Etienne de Montille plantea abiertamente: «Burgundy va a quedarse sin vino en uno o dos años». La respuesta podría estar en redefinir el valor beyond del volumen, priorizando la resiliencia vitícola y la transparencia sobre unos precios que, inevitablemente, marcarán nuevos récords.

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