El vino supera en Holanda el millón de botellas
El cambio climático parece habernos llevado a la época romana en los que el viñedo se extendía por todo Centroeuropa, incluso por la Gran Bretaña. De esta forma, tras varios años a la baja, el viñedo desapareció totalmente de Países Bajos en los años 50 y, 20 años más tarde, en la década de los 70, fueron algunos habitantes de Limburgo los que se pusieron manos a la obra para una recuperación que tendría lugar en torno al principio del nuevo milenio.
Ahora, a finales de 2019, hemos pasado de las cinco bodegas de 1998 a las 140 actuales y de apenas 10 hectáreas a las 260 hectáreas actuales con una producción cercana al millón de litros, concretamente de 9.500 hectolitros, alrededor de 1,25 millones de botellas, de los que dos tercios son vino blanco y solo un 33% de tinto y rosado. Limburgo, la pionera al ubicarse en el suroeste en una privilegiada zona que goza de la protección de varias colinas en torno a la bella ciudad de Maastrich, cuenta ya con más de 90 hectáreas, con la compañía de Güeldres (Centro Oeste y mayor provincia del país); Brabante Septentrional (Sur del país), Overijssel (Centro Este), Zelanda (Sureste), Frisia y Groninga (ambas en el Norte del país) o Flevolanda (habitada en gran parte desde 1967 en polders -terrenos ganados al mar-).
Desde el pasado año, los Países Bajos cuentas con cuatro DOP: Mergelland y Viljen, en Limburgo; Maasvallei, la más afamada que agrupa bodegas belgas y holandesas a ambos lados del río Mosa, y Oolde, en Güeldres.
Los Países Bajos cuentas con cuatro denominaciones de origen de vino, 140 bodegas y 260 hectáreas, con una producción de vino 9.500 hectólitros.
En la capital de Flevolanda, Lelystad, con apenas 80.000 habitantes, Johan Rippen, ingeniero industrial jubilado, y Liedwien Vos de Wael, educadora, son propietarios de la bodega Placer, un nombre hispano herencia de la presencia de Liedwien durante varios años en Santiago de Chile. Cuentan con solo media hectárea de viñedo de las variedades híbridas regent y rondo. Por otra parte, elaboran un blanco con sauvignon gris, elbling, johannister y solaris, procedentes de una finca vecina. El total del viñedo en la provincia apenas alcanza las diez hectáreas en total.
Desde el año 2000, en que pusieron en marcha el viñedo, la pareja, ayudada por voluntarios para realizar las faenas del campo, saca al mercado varios vinos de producción orgánica en una finca donde están prohibidos no solo los productos de síntesis química sino también el cobre y el azufre. Utilizan las infusiones de compostaje para pulverizar las vides y mantienen cubierta vegetal con diversas variedades de trébol.
Esta zona, ubicada ocho metros por debajo del nivel del mar, no debe considerarse especialmente fría, y menos en los últimos tiempos, dentro de los crudos inviernos holandeses, y las temperaturas oscilan entre los más de 25 grados en verano y entre los cero y los diez grados de la época más gélida, al aprovecharse de los buenos influjos de la brisa marina. Tienen una pluviometría media de 900 litros anuales, más o menos como Borgoña.
Su Placer Rondo 2019 muestra un amplio despliegue de aromas de frutas del bosque como arándanos y moras, con cierta elegancia y buena acidez, mientras el Placer Regent 2018, algo más salvaje y primario, ofrece tonos de frambuesa, helechos y herbáceos en general. Intensamente frutal y divertido. En Placer también elaboran grappa y licores de café, jengibre, mandarina y mora.
Pero el vino holandés moderno debe buena parte de su nombre a la finca Apostel, ubicada en el valle de Jeker, en la zona sur de Maastrich. Puesta en marcha en 1970 y con más de diez hectáreas de viñedo, esta compañía es el buque insignia de la vitivinicultura holandesa. Su blanco Apostelhoeve Cuvée XII, elaborado con müller thurgau, auxerrois y pinot gris es una mezcla singular de frutas exóticas, notas florales y frutos rojos. Entre sus monovarietales destaca el müller turgau, presente en buena parte de los restaurantes holandeses de pescado, con notas cítricas de mandarina y bergamota, flores blancas y hierbas provenzales. Elabora también un espumoso brut de riesling con aromas de cítricos, melocotón y pétalos de rosa, además de un Cuvée XII Brut con notas de flores y frutas tropicales, minerales, rosas, almendras y nueces. Son ejemplo de una vitivinicultura que empieza a andar despacito, pero con paso seguro, en uno de los países donde el vino, pese a su elevado precio, atrae a gran parte de la población.
Periodista. Miembro de AEPEV y FIJEV
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