Los viñedos de Formentera (Islas Baleares), donde nunca llegó la filoxera
Desde tiempos ancestrales, Formentera ha mantenido una rica tradición vitivinícola que sigue viva en la actualidad. Con aproximadamente 80 hectáreas de viñedos, la isla destaca en el panorama enológico por una particularidad excepcional: la mayoría de sus vides crecen sobre pie franco, es decir, no están injertadas sobre pie americano, como ocurre en la mayor parte de Europa.
Este hecho distintivo se debe a que la plaga de filoxera, que devastó los viñedos europeos durante la segunda mitad del siglo XIX, nunca llegó a Formentera, protegida por su aislamiento geográfico. Como resultado, sus viñedos conservan una autenticidad y una conexión directa con sus raíces históricas que es difícil de encontrar en otras regiones.
Además, esta tradición se refleja en la elaboración casera del emblemático «vi pagès», un vino producido de manera artesanal en muchas casas de la isla, principalmente para el autoconsumo. Esta práctica no solo forma parte del patrimonio cultural de Formentera, sino que también refuerza el vínculo entre sus habitantes y el cultivo de la vid, un legado que ha perdurado generación tras generación.
Dos bodegas –Cap de Barbaria, al sudoeste, y Terramoll, en el altiplano de La Mola– son los pilares de esta experiencia enológica que combina sostenibilidad, tradición y un profundo respeto por el entorno.
Cap de Barbaria: el alma vinícola del sudoeste
A tan solo seis kilómetros de Sant Francesc, en dirección al faro que regala las puestas de sol más espectaculares de la isla, se encuentra Cap de Barbaria. Fundada en el año 2000, esta bodega trabaja con cuatro variedades de uva que capturan la esencia mediterránea: Cabernet Sauvignon, con aromas de frutas del bosque suavizados por el clima cálido; Merlot, que aporta notas de ciruela y una estructura sencilla pero deliciosa; Monastrell, vibrante y afrutada, ideal para carnes.; y Fogoneu, una variedad típica de Baleares, que añade un toque único y evocador al vino.
La bodega, abierta al enoturismo, produce dos vinos que reflejan la riqueza de estas variedades. Cap de Barbaria envejece en barricas de roble francés y americano, logrando un equilibrio perfecto de sabores intensos. Por su parte, Ophiusa ofrece una versión más ligera y fresca, con una crianza más corta.
Terramoll: la conexión entre tierra y viento
En el extremo opuesto de la isla, sobre el altiplano de La Mola, se alza Terramoll, una bodega que lleva la sostenibilidad por bandera. Fundada también en el año 2000, cuenta con 12 hectáreas propias y dos más de viñas viejas alquiladas, donde crecen variedades como Syrah, Viognier, Malvasía, Garnacha blanca, Moscatel de grano menudo y más.
El compromiso con la agricultura ecológica es su sello distintivo: nada de herbicidas, abonos minerales ni productos químicos. Aquí, el vino nace del equilibrio con la naturaleza, con cada variedad vinificada de forma artesanal y en pequeños volúmenes. La experiencia enoturística de Terramoll es un viaje sensorial. De mayo a septiembre, sus degustaciones al atardecer incluyen un paseo por los viñedos, visita a la bodega, cata de tres vinos y un aperitivo con productos locales.
Redacción La Gaceta del Vino
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