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Castilla-La Mancha: La dualidad necesaria del gigante vitivinícola

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Navegar por el futuro del vino en Castilla-La Mancha exige realismo y visión de futuro a partes iguales. Como la región vitivinícola más extensa del planeta, su responsabilidad no es solo con su economía local, sino con el mercado global. Y en este tablero de juego, el camino de la región no parece ser único, sino dual. Debe abrazar sus dos almas: la del volumen eficiente y la de la personalidad excelsa. Esta no es una mera opción, sino una estrategia de supervivencia y liderazgo.

En primer lugar, es imperativo despojarse de prejuicios: la venta de vino a granel no es un lastre para Castilla-La Mancha, sino una fortaleza estratégica que debe perfeccionar. Ser el granero vitícola de Europa es una posición envidiable. En lugar de renegar de ella, la región puede liderar una revolución cualitativa dentro de este segmento. El mundo necesita vino a granel, pero exige cada vez más calidad, trazabilidad y una historia. Ahí reside una oportunidad única: poner en valor variedades autóctonas como la Airén o la Cencibel incluso en este formato, ofreciendo a los compradores internacionales un producto fiable, sostenible y con el carácter genuino de su terruño.

Pero, en paralelo, la apuesta por vinos embotellados con personalidad no puede ser solo un proyecto de unas pocas bodegas pioneras; debe consolidarse como un estandarte regional. La otra alma de Castilla-La Mancha late en esos vinos de finca y altitud, donde un terruño extremo y suelos pobres se revelan como el lienzo perfecto para vinos de gran complejidad. Este es el camino inexcusable para construir un prestigio duradero y cambiar definitivamente la percepción internacional, demostrando que la cantidad y la calidad no son reinos separados, sino complementarios.

Un activo descomunal y a menudo subestimado es la formidable infraestructura industrial de la región. Castilla-La Mancha alberga algunas de las empresas embotelladoras más eficientes y con mayor volumen del mundo. Este músculo logístico y de control de calidad, lejos de contradecir la búsqueda de la excelencia, la sustenta. Es la base que puede financiar la innovación, garantizar la rentabilidad del sector y servir como plataforma de lanzamiento global para todas sus botellas, tanto las de gran volumen como las de autor.

La conclusión es clara. El futuro de Castilla-La Mancha no reside en elegir entre el volumen y la excelencia, sino en dominar ambos campos con maestría. Tiene la tierra, las uvas, la infraestructura y el talento. Le toca ahora creer en este modelo dual, contar su historia sin complejos y demostrar que este gigante vitivinícola no solo ha despertado, sino que está decidido a conquistar, con igual solvencia, todos los estratos del mercado mundial. El mundo del vino observa. La dualidad es su mayor desafío, pero también su carta de triunfo.

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