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Fenavin no descansa entre edición y edición a favor del vino español

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Un grupo de 15 importadores y distribuidores mexicanos han sido recibidos en la Diputación Provincial por su presidente, Nemesio de Lara

Dice el refrán que no hay mal que por bien no venga. No es el caso, ya que la gripe A no sólo causó estragos en México, el país que la vio crecer y multiplicarse, sino que impidió que la delegación mexicana, una de las más deseadas por los bodegueros españoles, y más concretamente por los de Castilla-La Mancha, viniese a la sexta edición de la feria ciudadrealeña. Pero como no hay mal que cien años dure, diez meses después, una nutrida expedición mexicana visitó la semana pasada Ciudad Real para contactar con un amplio grupo de bodegas, en colaboración con la Cámara de Comercio.

Entre los días 22 y 25 de febrero, un grupo de 15 importadores y distribuidores mexicanos han sido recibidos en la Diputación Provincial por su presidente, Nemesio de Lara, que lo es a su vez de Fenavin; por el director del evento, Manuel Juliá, y por otras autoridades que les han agradecido el gesto, que sin duda redundará en beneficio de las actividades comerciales de las bodegas de la provincia, un total de 18 que han ofrecido sus productos a los visitantes.

Aunque México no es un gran consumidor de vino, las dimensiones del país, con más de 90 millones de habitantes, el crecimiento de su PIB y el desarrollo de las clases medias han propiciado que la demanda de este producto crezca a un ritmo en los últimos años superior al 10% y que la magnífica relación calidad/precio de nuestros vinos revierta en operaciones comerciales que beneficien a los bodegueros de aquí.

La experiencia, que ha venido dada por una adversidad en forma de epidemia, demuestra, en el aspecto positivo, que es necesario ahora más que nunca que las dos grandes ferias de Ciudad Real, Fenavin y España Original, pero especialmente la primera, deben tener continuidad tras su celebración. No se trata de que una vez que se termine la edición, sus responsables empiecen ya a darle vueltas a la cabeza sobre cómo enfocar la edición venidera, sino que, aunque suponga un esfuerzo en trabajo y dinero, su nombre y actividad se mantenga viva durante ese hueco de dos años con la celebración puntual de actos que lleven su nombre o, cuando menos, su patrocinio.

Fenavin es, sin duda, una de las mejores ferias de vino del mundo. Su éxito radica en que sus mentores han sabido desde la primera edición dotarla de compradores antes que de ofertantes. Todo lo contrario de lo que hacen la mayoría de las ferias, muchas de las cuales se ven abocadas al fracaso. Este hecho ha permitido también que la ciudadanía perciba con claridad que el dinero público invertido en el evento está bien gestionado y produce riqueza, que es en definitiva lo que los poderes públicos deben hacer con el dinero que el pueblo deposita en sus manos.

La Feria, con una dimensión comercial internacional fuera de duda, ha servido para posicionar mejor el nombre del vino español, para mejorar la imagen de Ciudad Real en el exterior y para atraer turismo a una tierra necesitada de generar riqueza a partir de su patrimonio natural. Y todo ello gracias al vino y a la feria que ha sabido encauzarlo.

De esta guisa, Fenavin ha puesto el listado muy alto. Cada año lo eleva y las actuales instalaciones del recinto ferial dan lo que dan. Es quizás, por ello, el momento de aparcar enfrentamientos políticos y remar en la misma dirección para que la capital cuente con un buen Palacio de Exposiciones y Congresos, que viene justificado sólo con la existencia de Fenavin. Y también es momento de que sus mentores piensen en mantener, entre una y otra edición, viva la llama de la Feria.

Los visitantes mexicanos, que se han visto agradablemente sorprendidos por la enorme calidad de vinos con precios que oscilan entre los 3 y 4 euros producidos por las bodegas de nuestra tierra, es el vivo ejemplo del camino a seguir. Manuel Juliá, que ha dado sobradas muestras de buen gestor, seguro que ha tomado nota para conseguir que la edición de 2011 sea todavía mejor que la de 2009 y el sector vitivinícola español, que vive graves momentos de incertidumbre como consecuencia de la crisis, aproveche el momento para ampliar sus comercio exterior, ya que en un plazo de aproximadamente cinco años España puede y debe convertirse en el mayor exportador de vino, en volumen, del mundo.

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