Oporto recupera terreno gracias a su acercamiento a los jóvenes
No es una sorpresa decir que los vinos generosos del mundo (Oporto, Moscatel de Setúbal, Jerez, Montilla-Moriles, Marsala…) han pasado un importante calvario durante varios años, agudizado por la espectacular caída del consumo en los grandes países productores y por la pérdida de glamur en los nuevos mercados como Estados Unidos, que desde hace tres años se sitúa a la cabeza por delante de Francia.
Este retroceso, paralelo al de otras bebidas alcohólicas de mayor graduación como el brandy, ha afectado a viticultores, bodegueros y jornaleros, que veían cómo sobre sus cabezas pendía una espada de Damocles que amenazaba con llevarse por delante a muchos de ellos, máxima que, desgraciadamente, se ha cumplido en algunas ocasiones.
Sin embargo, casi todas estas denominaciones de origen, casi patrimonio de la humanidad por su originalidad y bien hacer, han reaccionado para intentar contener una sangría que amenazaba la pervivencia de muchos actores del sector vitivinícola y la caída en desgracia de un prestigio que ha llevado siglos sellar. Uno de los casos más asombrosos en esta recuperación es el de Oporto, que de los 132 millones de litros vendidos en 2007 por importe de 499 millones de euros pasó a los 111 millones de litros por 455 millones de euros en 2011 y a una cantidad similar en litros pero con 482 millones de ingresos en 2013. Los datos de 2015 nos hablan, por el contrario, de unas ventas cercanas a los 116 millones de litros por importe de 510 millones de euros, tras un esperanzador 2014 con 114,5 millones de litros por valor de 493 millones de euros.
¿Y qué ha hecho Oporto para llegar hasta ahí y mantener sus niveles de calidad, exigencia y buena fama tanto en el mercado interior, con un país intervenido por la Unión Europea, como en mercados exteriores como el francés, el británico o el norteamericano? Pues modernizarse, comunicar mejor (no olvidándose de aquella máxima de que lo que no se comunica, no existe), ofrecer nuevos productos como los Oportos blancos, escasamente conocidos fuera de Portugal, o los rosados, una bebida generosa de nuevo cuño, trabajar en la elaboración de cócteles con vino como el Port tonic, y demostrar al mundo que siguen vivas las ansias de superación de 40.000 hectáreas que cultivan 23.500 viticultores y que producen al año 160 millones de litros, de los que 77,5 millones corresponden a Oporto, más de 60 millones de litros a Douro y el resto a otras categorías como moscatel, espumosos o la IGP Duriense.
La magia del Oporto, especialmente de sus blancos y rosados, ha llegado hasta los más jóvenes gracias a los combinados, especialmente con agua tónica, hielo, lima, limón y hierbabuena, aunque también con otros aditamentos como el romero o los frutos rojos. La elaboración de vinos blancos secos y tintos jóvenes o roble en Douro ha sido también una forma de llegar a más mercados. Y la potenciación del enoturismo, especialmente de las grandes bodegas, ha sido el empuje definitivo para que la gente vuelva a mirar hacia Oporto, una ciudad joven, moderna y dinámica. Este trabajo les ha permitido vender más de 77 millones de litros en Francia, más de 42 millones de litros en Holanda y más de 37 millones de litros en Estados Unidos y el propio Portugal, que solo acapara alrededor del 16% de la producción total del área. Y ese mercado, que llega hasta 107 países, es uno de los espejos en los que deben mirarse el resto de los vinos generosos del mundo, uno de los mejores inventos del sector vitivinícola.
Periodista. Miembro de AEPEV y FIJEV
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