El vino francés teme que los ‘talibanes’ sanitarios impongan la ley seca
La delegada general de la organización Vino & Sociedad, Audrey Bourolleau, que agrupa en Francia a más de 558.000 actores del sector del vino, teme que las autoridades sanitarias aboguen por la abstinencia total en el consumo de uno de los productos más emblemáticos de Francia en su despiadada lucha contra el alcoholismo.
Al parecer, de nada sirven las campañas de consumo responsable que desde este organismo se realizan a diario, el trabajo de formación de los jóvenes, los consejos de abstinencia en el trabajo o frente al volante, las explicaciones sobre la cultura del vino, ya que el fin últimos de las autoridades sanitarias es la prohibición y coincide plenamente con la filosofía defendida en este asunto por yihadistas, talibanes y autoridades norteamericanas del pasado siglo, muchas de ellas en connivencia con la mafia durante la aplicación de la “ley seca”.
La percepción que la sociedad francesa tiene sobre este asunto no difiere mucho de la que tiene la sociedad española, donde el límite de alcohol en la conducción se sitúa en 0,25 y en cero para los profesionales, de sus responsables sanitarios espoleados por algunos funcionarios monjiles que trabajan en la Organización Mundial de la Salud (OMS), sí esa organización intergubernamental con sede en Ginebra que achaca al consumo de carne todos los carcinomas habidos y por haber (la polución, el uso indiscriminado de medicamentos… no tienen nada que ver), que hace años tenía dudas sobre las bondades del aceite de oliva o que durante años pensó que el pescado azul era una perfecta comida para pobres pero no para bienpensantes. Pues bien, esa organización que ha creado hooligans antialcohol entre políticos de distintas tendencias como Elena Salgado, Ana Pastor o Nicolas Sarkozy, está presionando sobre los hábitos de nuestra sociedad, sobre el consumo moderado y responsable de vino para llegar a su fin último: la prohibición.
El afán proteccionista de esta pléyade de salvapatrias no difiere mucho de los argumentos esgrimidos por los países totalitarios, mal llamados socialistas, para retener a sus ciudadanos con la finalidad de protegerlos de los males de los sistemas capitalistas o de las dictaduras militares de orientación ultraderechista o nacionalista que impiden a sus ciudadanos, ellos los consideran súbditos, más díscolos salir fuera de sus fronteras por si les da por quedarse en el mundo libre, que ellos consideran, claro está, antro de perversión.
Y es que en esa ola prohibicionista que revolotea por Europa, en unos momentos de gran complejidad mundial, con exacerbación de nacionalismos y populismos, de la mano izquierda y de la mano derecha, el vino es objetivo número uno para empujar a su desaparición. Aunque me consta que muchos de los defensores de la abstinencia, se encuentran a años luz de los barbudos que decapitan infieles en Siria, Libia o Irak, la realidad es que sus políticas de veto van allanando el camino, aunque sea desde objetivos muy diferentes y altruistas, a la filosofía defendida por el Califato en materia de prohibiciones. Primero vino el tabaco, yo ni fumo ni he fumado nunca, luego el alcohol y después pues ya veremos. En definitiva, señores prohibicionistas, con todos mis respetos, podrían hacernos el favor de irse a hacer puñetas.
José Luis Murcia
Periodista. Miembro de AEPEV-FIJEV.
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Periodista. Miembro de AEPEV y FIJEV
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