La primavera árabe llegó también al vino en Túnez
«Las inversiones extranjeras de grupos como el francés Castel, el italiano Nefiris o el suizo-tunecino Ceptunes han imprimido un nuevo sello a un sector que, a nivel internacional, tiene nombre propio: Belgacem D´Khili, un ingeniero agrícola y enólogo formado en Montpellier»
La llegada al poder en Túnez del partido Nidà Tunis, unido al nombramiento como primer ministro de un tecnócrata como Habib Essid, en una coalición laica que va desde la derecha a la izquierda moderadas ha supuesto una inyección de moral para el sector vitivinícola que siempre ha vivido la esquizofrenia de la prohibición de la religión musulmana con las costumbres de la época colonial, en la que franceses e italianos retomaron la tradición de fenicios, cartagineses, romanos y bizantinos.
Curiosamente, los vinos, que tuvieron gran importancia en la etapa colonial francesa, nunca fueron tan buenos y variados como en la actualidad. De las 14.000 hectáreas de viñedo que hay en el país, alrededor de 8.000 hectáreas se dedican a la vinificación, con una producción que puede oscilar entre los 25 y los 30 millones de litros, de los cuales el 70% se consumen en el país, y no solo entre los turistas sino también entre la población autóctona.
El retraimiento del sector turístico como consecuencia de los ataques terroristas del IS y el periodo en el poder de los islamistas han supuesto un paréntesis que se rompió recientemente con la llegada de los nuevos gobernantes, una amplia coalición, de inspiración laica, que sin la mayoría absoluta está capeando los problemas que se ciernen sobre este importante segmento agroalimentario.
Atrás quedaron las elaboraciones mediocres de los años 80, excesivamente centrados en la colectivización y la estatalización de las estructuras nacionales. Las inversiones extranjeras de grupos como el francés Castel, el italiano Nefiris o el suizo-tunecino Ceptunes han imprimido un nuevo sello a un sector que, a nivel internacional, tiene nombre propio: Belgacem D´Khili, un ingeniero agrícola y enólogo formado en Montpellier que ha sido hasta hace pocos meses el alma mater de Les Vigneros de Cartaghe, una unión de nueve cooperativas que representan dos tercios de la producción nacional total.
Antes de salir del gran grupo vitivinícola, D´Khili, asiduo miembro de jurados internacionales avalados por la Organización Internacional de la Viña y el Vino (OIV), ha revolucionado sus estructuras con socios internacionales que se han implicado en el proyecto, así como la introducción de técnicas modernas y de trazabilidad, compatibles con una manera de elaborar que hereda lo mejor de la tradición con una clara visión de futuro.
Domaine Shadrapa es el nombre que agrupa en Túnez la presencia de Castel, la mayor empresa de vino en volumen del mundo, que cuenta con 250 hectáreas de viñedo, además de la única cervecera tunecina (Celtia), de cabernet sauvignon, merlot, garnacha, syrah y chardonnay en Medjerda. En esta empresa ejerce su trabajo la ingeniera agrónoma y enóloga Pilar Rodrigo, española de Cheste (Valencia), que llegó hace unos años a Túnez de la mano de su marido Belgacem D´Khili. Otro valioso encuentro de amor fruto de los Erasmus.
La encrucijada en que ahora se encuentra el país con enfrentamientos, más personales que políticos, en el seno del partido en el poder, lleva a una incógnita sobre el futuro del vino en el país, ya que en gran medida depende de la estabilidad política y del tratamiento fiscal que reciba por parte de la Administración, ya que el apoyo sindical de la Unión Tunecina de Agricultores y Pescadores es total. Y curiosamente, en ese trabajo callado de fontanería política, se encuentra implicado hasta las trancas D´Khili, un doctor en Agronomía, que ama tanto a su país como al vino.
José Luis Murcia
Periodista. Miembro de AEPEV-FIJEV.
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Periodista. Miembro de AEPEV y FIJEV
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