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Em-Bobalicado

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¿Y si juntamos los culos?
¿Y si juntamos los culos?

Hoy no. Hoy no hablo de rarezas. Lo dejo para la semana que viene. Pero sigo con ciertas rarezas. El pasado lunes me vino este chiste a la cabeza en el Hotel Intercontinental de Madrid:

– Pepa!

– Qué?

– Nada, me estaba asegurando de que todavía estabas viva.

Se celebraba el segundo Salón de los Vinos de Utiel-Requena. Y me encontré a un señor de barba blanca, de ojos vivos. Un señor que me hablaba con una voz desgarrada. Me hablaba de la Bobal, de Utiel-Requena, de que era el embajador de esa denominación de origen. Me hablaba y me hablaba, pero en mi cara se deslizaba una sonrisa. Con mi corta memoria, algo me sonaba en su voz, algo me sonaba en sus expresivos ojos. Mi cabeza creaba conexiones neuronales buscando a esa persona. Mi cabeza era un frenético, pero poco efectivo Google. Finalmente mis facciones gesticularon una sonrisa inconscientemente. Algo me decía que esa persona me traía buenas vibraciones. Al final me limité por darle la mano y sonreír sinceramente. Una vez se fue, entré en razón.

Se trataba del actor Pepe Ruiz, conocido por formar parte del matrimonio más maduro de “Escenas de matrimonio”, esa serie en que marido y mujer siempre discutían. Este señor, enamorado de la uva Bobal y de cómo se trabaja en Utiel-Requena, estuvo probando en Madrid los vinos valencianos.

Era una ocasión especial para aprender y tener la bobal de cerca. Esa gran variedad desconocida, aunque sea la segunda casta tinta más plantada en España. La que nadie nunca quiso. La desterrada. La  que había que cambiar por especies mejorantes, aunque siempre se usó para corregir otros vinos. La malquerida. La de los graneles. La que no sirve. La maleducada. La que luego llaman guapa, pero siempre a deshora.

Fue raro ver vinos 100% de esta variedad. Pero se vieron. En especial vi algún rosado de 2014 recién embotellado. De explosión aromática infinita, en donde las chucherías de fresa, los “puromoros”, y los “petit-suisses” me anestesiaron la nariz con ese perfume de bobal. Fue como volver a un kiosko. Y luego en boca, con su acidez fresca en la boca, que refresca, que pasa por boca y agrada.  Y paro ya, que no me quiero pasar de pedante.  Tan solo prueba y descubre estos vinos. Yo me quedé em-bobalicado.

 

 

Arturo Blasco  
Arturo Blasco
Enólogo

 

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