Viticultura de precisión (V). El origen de un robot deambulando por el campo
Quiero seguir con otra herramienta de la agricultura de precisión, pero también trasladada al campo de la viticultura.
Esta vez me ha llamado la atención este simpático robot que va patrullando por la parcela. Vigilando una por una las cepas y dispuesto a chivarse de todos los cotilleos de las cepas al momento. Es como tener un detective que te va a avisar de qué cepa necesita riego, o qué zona tiene más vigor. Él es nuestro aliado.
Para ello, le pregunto a alguien que sepa de primera mano cómo se mueven los hilos en esta investigación: Verónica Saiz, doctora e investigadora del Laboratorio de Robótica Agrícola (ARL) de la Universidad Politécnica de Valencia.
Primero le pregunto de qué se trata este proyecto y en qué se diferencia de otros. Ella me responde que consiste en la obtención de información mediante sensores situados cerca del objeto de interés (en nuestro caso las cepas). Todo esto va en contraposición a la teledetección, en donde las mediciones se efectúan de forma remota, bien desde drones, aviones o satélites.
El origen de este trabajo viene a través de la respuesta de cómo aumentar la calidad del vino optimizando las características de las explotaciones, sacando el máximo provecho posible, y tomando las decisiones apropiadas. Europa es consciente de la importancia de ello, por lo que está financiando este tipo de proyectos, como, por ejemplo, el proyecto europeo VineRobot, en donde Verónica Sáiz participa mediante la Universidad Politécnica de Valencia, además de la Universidad de La Rioja y otros colegas europeos.
Sáiz me explica que los precursores de la investigación actual fueron los estadounidenses. Ellos empezaron con la teledetección. El caso es que la NASA proporcionaba los satélites y los ingenieros de campo ponían los sensores necesarios. Pero los agricultores, por tenerlo más al alcance, o al trasladarlo a otras zonas del país o del resto del mundo (por ejemplo, España), no todas las explotaciones medían cientos de hectáreas, ni los agricultores estaban dispuestos a pagar cierto dinero por las fotos con información satelital. De ahí que apareciera la alternativa: la detección terrestre.
Además, añade que hay agricultores innovadores que se han lanzado a utilizar estas nuevas técnicas para aplicar el nitrógeno necesario a sus campos o para calcular rendimientos de parcela, pero todo ello se ha hecho en cultivos extensivos (cereal, maíz). Es más complicado aplicar en cultivos intensivos o leñosos, como es el caso de la vid. Pero la vid tiene una gran ventaja, y es que, dentro del marco económico europeo, es uno de los pocos cultivos intensivos que puede tener un margen más amplio al precio de coste. De ahí que tenga mayor interés en ser investigada y, por tanto, que haya más proyectos de investigación sobre ello.
Todavía me quedan muchas dudas, y quiero saber algo más concreto. ¿En qué se centra este proyecto?
Verónica me explica que en su tesis doctoral combina la viticultura de precisión con las innovadoras técnicas de detección terrestre. Por tanto, crean unos mapas de parcela fáciles de entender. Son más fáciles porque no tienen los larguísimos e incomprensibles números de latitud y longitud, sino que se representan mediante los puntos cardinales (para que no pierdan el norte) así se hacen más intuitivos. Estos mapas representan las variables más importantes para el viticultor cara a la calidad de la cosecha resultante.
Más adelante le pediré que me explique mejor cómo funciona esta herramienta.
Arturo Blasco
Enólogo
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Licenciado en Enología.
Master en Dirección de Marketing y Ventas.
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