Así de claro, así de duro
La semana pasada comentaba lo peligroso que podría resultar la plantación de viñedos nuevos y la elevación, inconscientemente, cada año del potencial de producción. Vamos a tardar poco tiempo en darnos cuenta de ello, ya que las perspectivas de cosecha que se nos vienen encima se estima que sean buenas o incluso muy buenas.
Pero tiempo habrá, aún es pronto y tienen que pasar muchas noches por encima de las uvas hasta que lleguen al lagar.
Aunque me cueste muchas críticas, me gustan las cosas claras aunque me duelan. Nos estamos cargando los mercados, tanto nacionales, como internacionales. Podemos acabar por tirar el trabajo de muchos años por la ventana. Desde muchas partes del mundo entero nos están diciendo que qué estamos haciendo con nuestros vinos, que la calidad baja año tras año.
Es una cosa esta muy seria y que nos puede perjudicar enormemente. En una conversación con un agricultor, él me preguntaba por el mercado. Le comentaba que mal. El precio de la uva estará, mucho me temo, barato, y en función de la cosecha y de la marcha del vino, incluso muy baratas. Mas no me ponía muy mala cara, sencillamente porque casi, casi, le da igual. Me daba la razón. Viñas con producciones de 15 a 20 kilos de uva, incluso más que ha habido este año, aunque el precio de la uva esté barato, le son rentables. Lo tienen todo mecanizado y aunque, me decía, el precio de la uva esté a 20 pesetas –¡en pesetas me hablaba!- (unos 1,80- 2 ptas. Grado/kilo), este hombre le saca un mínimo de 400 pesetas por cepa (2,4€), y esto le es rentable, seguro, ya que una cepa no cuesta eso criarla y recogerla. Más cuando todo está mecanizado.
Este hombre riega por goteo, y riega más que por el agua, que no la necesita aún, por todos los abonos que se suministran a través del agua.
De esta forma lleva a la bodega un caldo, por llamarlo de alguna manera, indefinido, con 9 grados, más o menos. Lo suelta en la tolva y se va a por más. Y ahí deja eso, de difícil calificación, para que se intente hacer vino con ello. El resultado es un vino de ínfima calidad, herbáceo, y al que hay que vérselas y deseárselas para poderlo vender, a base de mezclar para estropear otros y que la media salga como algo medio decente que se pueda medio comercializar y medio beber.
¿Y con eso queremos ganar mercados? Ya no les digo nada si, como en esta campaña, viene pudrición. Vamos a tener vinos sin salida, quizá la alcoholera, para bioetanol, o algo parecido, porque hueco en las bodegas hay que hacer y pronto.
Este caso es muy normal en zonas de producción, y los mismos agricultores quieren ponerle coto. ¿De qué manera?, simplemente pagando por calidad, con parámetros que han de cumplirse para poder entrar en bodega, o, de hacerlo, a precios que no sean rentables para el agricultor. Así de claro, así de duro.
Y es que como volvamos a coger fama de mala calidad de los vinos, será difícil quitársela de encima. Y lo peor es que perjudica al resto de vinos que se exportan, ya que miden a todos o casi todos por el mismo rasero. En estos momentos Francia, por ejemplo, no está comprando vino en España, aun necesitándolo; o está comprando menos, no solo esperando a que bajen los precios, sino también por miedo a la calidad que se le está dando en muchos sitios.
Me daba miedo escribir este artículo, por las críticas a las que me expongo, pero las cosas hay que decirlas para poder remediarlas. Es un tema de transcendencia muy importante y muy serio que debemos atajar lo antes posible.
Javier Sánchez-Migallón
Director Ediciones Albandea y El Correo del Vino
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