¿Podríamos beber más vino en España?

En nuestro Mosto Flor de la semana pasada, que ha tenido un eco enorme en las redes sociales, nos preguntábamos cuáles son las razones para que un país como España, máximo productor mundial este año y con enorme tradición en la cultura vitivinícola, haya bajado tanto su consumo de vino.

Esta semana intentaremos aportar nuestro granito de arena para ver si somos capaces de despertar conciencias y, sobre todo, de reflexionar seriamente sobre el futuro.

A corto plazo, España está destinada a convertirse en el primer exportador mundial de vino en volumen, que no en valor, pero ese logro no va a ser suficiente para que el sector consiga unos buenos objetivos económicos que permitan ubicar al vino español en el sitio que, por calidad y justicia, le corresponde. Decía recientemente el maestro de periodistas Víctor de la Serna, en un magnífico artículo publicado en El Mundo Vino, que España iba camino de ser el líder del vino…de baratillo. Y no le falta razón.

El problema, en principio, no es cuánto vino se vende a granel o embotellado, asunto con el que están obsesionados algunos representantes de la patronal  vitivinícola, sino cuál es el precio obtenido por el vino que se vende fuera. Datos del Observatorio Español del Mercado del Vino (OEMV) indican que somos el país que peor precio obtiene por sus ventas de envasado y espumoso y el segundo por la cola, tras Sudáfrica, en las exportaciones de granel. Una realidad que poco a poco ha ido cambiando para bien, pero que puede verse ligeramente frenada si mantenemos nuestro actual ritmo de producción y no incrementamos valor añadido rompiendo nuestra ligazón con intermediarios franceses e italianos, en vez de vender nosotros directamente.

¿Y qué hacer en España? ¿Cómo vencer la apatía de nuestro mercado interior? Pues hay varias opciones que están en mano de viticultores, productores, restauradores  y las autoridades locales, regionales, nacionales y comunitarias, además de en los ciudadanos de a pie. Se trata de elaborar un plan de choque en el que se impliquen todos hasta las cachas y en los que urge trabajar sin denuedo contra el poderoso lobby antialcohol comunitario, que tanto daño está haciendo y no precisamente por altruismo. No es de recibo que los médicos que han realizado estudios a favor del consumo moderado de vino sean acallados por los talibanes que equiparan el vino, un alimento en nuestra legislación, con las drogas.

Hay que atraer a los jóvenes al vino. Hay que conseguir que el vino tenga más glamour que otras bebidas como la cerveza, los refrescos, las bebidas energéticas o espirituosas como la ginebra o el güisqui con apoyo a acciones como las del Enofestival que conjuga vino y música independiente. Hay que ganar la batalla de bares, pubs y discotecas con vinos  y derivados de la uva. Dejar a los jóvenes de lado puede suponer la muerte del vino en nuestro país porque ellos son el presente y el futuro. Y, sobre todo, tenemos que creer en las posibilidades del vino, quitarnos prejuicios para que se acerquen a él colectivos que ahora están fuera y defender que el vino es parte esencial de nuestra cultura y bueno para la salud, le pese a quien le pese.

José Luis Murcia Periodista. Miembro de AEPEV-FIJEV.

José Luis Murcia

Periodista. Miembro de AEPEV y  FIJEV