Más allá de las etiquetas: El equilibrio como medida de salud
El reciente debate en Canadá sobre la posibilidad de incluir advertencias de cáncer en las botellas de alcohol ha reavivado una discusión importante sobre los límites de la información sanitaria y el papel del Estado en nuestras decisiones de consumo. Nadie discute hoy que el alcohol puede ser perjudicial para la salud, y toda medida que ayude a concienciar es, en principio, bienvenida. Sin embargo, quizá convenga hacer una pausa y observar el bosque completo, no solo un árbol.
Porque si el propósito es alertar al ciudadano de los riesgos reales de lo que consume, ¿por qué el foco recae casi exclusivamente en el alcohol? En nuestras mesas y supermercados encontramos a diario productos que también inciden directamente en la salud: alimentos ultraprocesados, harinas refinadas, azúcares añadidos, grasas trans, pesticidas o aditivos cuyo impacto acumulado en el organismo no es menor. No los satanizamos, pero tampoco suelen ir acompañados de etiquetas que adviertan con igual contundencia sobre sus riesgos.
La coherencia debería ser parte del debate. No se trata de negar la evidencia científica sobre el alcohol, sino de recordar que la salud no depende de un solo hábito, sino del equilibrio general de la vida: de la calidad de los alimentos, del descanso, de la gestión del estrés, de la actividad física y, por supuesto, del uso responsable de sustancias que, en exceso, dañan.
El riesgo no está solo en la copa, sino en la falta de criterio colectivo con la que a veces simplificamos problemas complejos. Etiquetar puede ser útil, pero educar es imprescindible. Y educar pasa por fomentar la moderación, la conciencia y la responsabilidad individual, más que por multiplicar las advertencias.
En definitiva, el verdadero cambio cultural no vendrá solo de una etiqueta, sino de una sociedad capaz de elegir con conocimiento, equilibrio y sentido común.

Redacción La Gaceta del Vino
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